Otredad…

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Anónimos

Despunta el día en nada diferente. Lo menos que deja de ser novedad, es la primicia.

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La reseña llega a significar la situación del momento, pero para nada la escala de la escena. Los especialistas reconocen que peor es el remedio que la  enfermedad.

El morbo es que no hay quien se muestre de acuerdo al otro. Mientras la dolencia se populariza en la red, que de social no tiene sino el motete, los contagiados son tantos y tan rotos que la vacuna contra el desconsuelo no llega hasta los desesperados en la barbarie nacional.

El internauta enfermizo por la prédica del autoritarismo, por la privación de libertad, por el infortunio del opresor o por el tanteo de país que debemos intentar, se pregunta manifiestamente cómo hacer la diferencia.

La otra cara de la moneda es que el billete solo alcanza para simulacro, pues se ha depreciado más que Roque Valero. La bipolaridad es el fiel de la báscula social, y la suspicacia el del desbalance emocional… ¿Cuánto linchado hace falta para entenderse? ¿Cómo se digiere la tirria? ¿Qué solicitamos para el apretón entre habitantes variopintos en costumbres, religiones, política y colorido?…

La anuencia no parece una oferta saludable cuando todos son parlantes encontrados. Si pedimos interlocutores, por qué usar al frágil. Es delicado persuadir a las juventudes a que hagan lo que los doctos no corrigen. La disputa sacará cuentas y no tendrá curados de esquina. La protesta tendrá meta, el muerto, solo un fin. La imagen épica del audaz ultraja la máxima de no juguetear al héroe si en la práctica no eres tú mismo ¿habrá alguno más presuntuoso que el avispado que se cubre tras el sacrificio del otro?

Montadas la muralla. Todos afinando el himno nacional. ¡Afuera la tiranía! La causa sigue viva, pero el tiroteado no vive para verla. Todos somos responsables y a muchos, espolea el desvelo. Oímos los truenos de la vía, el perdigón de piel, la lágrima lacrimógena, el olor a vinagre en resuello, las calles como leoneras para mártires. La PNB, GNB y colectivos a diestra y siniestra, armados hasta los tuétanos. Caen de ambas aceras, pero nada es tan ajeno como cuando el pellejo muerto es el de otro. Nadie es lo mismo, ninguno lo es. El único modo que no seamos forastero del país empieza por asumir que somos distintos, que todos somos “los otros”…

Desde el balcón los gritos son estrépito retirado en el tul de los humos. Varios abuchean injurias, la mayor de rabia y molestia. Los atacantes vestidos de verde poluto censuran con antimotines y escopeta. Despide como en una feria en la que se dispensan rayos de fuego. El colectivo guapo y apoyado es hampa en su máxima locución en complot con la milicia. Las madres espantadas ruegan a su grupo que se retiren del tragaluz. De pronto la pausa. El silencio es una membrana ensordecedora. El proceso va dentro pero la procesión, va en la vía; la sangre derramada asimismo. Distingo en el piso, un sujeto diferente, con lagaña y ojeras. Quizás un muerto futuro, acaso otro futuro muerto…

 

El Otro mismo

Del cristal anónimo a la cama; me cubre el sopor de la incertidumbre. Sueño en un despeñadero infeliz. El desplome, libre. La independencia en mitad de la nada, una manera señalada de ventilarse en el pasaje abisal. Decido a retirar del compás la agotada imaginación, sospecho de inusitada forma, que desde ahora mismo, ya soy otro.

 

 

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