Decíamos en un concierto poético musical, celebrado en abril organizado por el IMCA a favor de la Paz—poco después del ataque desmesurado a la urbanización Sucre— que la poesía funda la paz aunque nombre la guerra, porque al nombrarla la exorciza. No hay arma más poderosa que la palabra que funda y nombra la vida aunque su opuesta sea “muerte”. Emparejada desde el inicio de los tiempos con la musicalidad de la naturaleza, ha sido torrente de la espiritualidad desde tiempos inmemoriales, en el corto aunque parezca largo camino por la vida. Espiritualidad que fundara territorios religiosos y poéticos por alcanzar al ser verbo, lo tangible y lo intangible. Me refiero a los efectos de lo poético, que nombra lo que más afecta el alma, hermoso o terrible; bello o feo; triste o alegre, vida o muerte en esa enorme variedad de sentimientos complejos, que nos hace seres que piensan y sienten.
Por requerir de libertad para expresar lo diferente y encontrar diversas formas de expresarse, no suele hermanarse con el Poder, pues se descalabra, dadas las diferencias notables entre unos y otros ámbitos. En tiempos difíciles de opresión social, la poesía ha funcionado como arma para criticarlo y zaherirlo, como hicieran en la vieja Roma, Propercio y Catulo o en Italia, Dante, al inmortalizar la política florentina. Mayakovski se suicidaría al comprender lo equivocado de su canto a la revolución soviética que al igual que dictaduras y totalitarismos de antes o después, enviaron al exilio, cárcel o la muerte a sus intelectuales disidentes.
Neruda, Machado, Gelman, Lorca, Benedetti, Enrique Lihn, Martí, Rubén Darío forman parte de una abultada lista de poetas y escritores que se enfrentaron con palabras y hechos, al esgrimirla como acto libertario sin sujeción a ningún gobierno o mordaza. Son los más, pues los menos, a cambio de puestos diplomáticos, publicaciones, viajes y premios, callan y comprometen su palabra, actuando según imperativos que desdicen de una ética personal, por avalar actuaciones de las que la justicia nacional e internacional pedirá cuentas.
Lara cuenta con varios poetas de renombre. Uno de ellos es Luis Alberto Crespo, cuya poesía ha sido objeto de estudios literarios y de interés desde que empezara a publicar en 1968. Periodista, dirigió el Papel Literario de El Nacional y Feriado; director de información cultural de Venpres, dirigió la revista Imagen. Dio clases en los talleres de narrativa y poesía del Celarg. Su columna de viajero nos entregó poéticamente la crónica del país. Quizás su larga dirección de la Casa Nacional de las Letras marcaría el declive de una escritura despojada de atavíos, con trabajo formal y profundo sobre la palabra.
La cercanía dilatada con el poder le obnubiló en la apertura del Festival Mundial de Poesía del 2012, al llamar “Gran poeta de Venezuela” a Chávez, por cuanto serlo “no es escribir poemas o crear poesía”, añadiendo, ante el asombro de todos, que “un poeta es un funcionario público (…) Por lo tanto, el presidente Chávez representa a esos poetas que gobierna”. La historia nos dirá a cuantos “gobernó”. Cuando lo dijo, probablemente estaría pensando en los numerosos viajes y prebendas recibidos y por recibir, a nombre de todos los escritores y poetas venezolanos gobernables e ingobernables.
Embajador de Venezuela ante la Unesco en París, a raíz de ser “amordazada” la estatua de Bolívar, escribió un largo artículo intragable que niega su oficio poético de sobriedad verbal y su dignidad: “A la nueva horda de esvásticas no parece saciarle el tratar de destruir al país y a la vida; no se contenta con responder con el aullido y el colmillo a la dulzura del entendimiento que sin cesar le ofrece el gobierno del presidente Maduro (…) Ninguno de ellos tiene nombre propio, o sí: ustedes los conocen. Se llaman el odio, su apellido es la barbarie. Y el apocalipsis, su tierra prometida, su esperanza. Desde Páez hasta la MUD”.
Una rápida mirada a sus 17 poemarios, publicados desde 1963 muestra que 15 aparecieron antes de la toma del poder por Chávez. “Si el verano es dilatado”; “Rayas de Lagartija”; “Costumbres de Sequía”;“Resolana”; “Entreabierto”, son muestras del gran poeta que fue. El malhadado artículo, la redacciónde un funcionario público al olvidar que hace unos años escribía poesía.