Múltiples y diversos son los indicadores y las acciones palpables que demuestran y dibujan el grotesco rostro de la dictadura que hoy gobierna en Venezuela. Lo de la “constituyente”, es un ejercicio circense que, salvo para la respectiva pompa y protocolo mediático y mitómano, es la excusa del régimen para liquidar y anular las voces, actores y expresiones de la sociedad democrática venezolana, de su liderazgo, y los espacios a través de los cuales busca expresarse y manifestarse.
La falta o ausencia de poderes públicos autónomos o independientes, la inexistencia de Estado de Derecho, la conversión de la Fuerza Armada en un ejército represor que responde sólo a las órdenes del partido de gobierno, el uso de la justicia para encarcelar y perseguir a opositores y ciudadanos, la supresión de facto del derecho a la protesta y manifestación, la destrucción sistemática de buena parte del tejido empresarial privado, y la violación masiva de derechos humanos, detenciones, desapariciones y ajusticiamientos como política de Estado, son sólo algunos de los síntomas del carácter totalitario del esquema de poder militar con careta civil que gobierna en Venezuela.
Que la comunidad internacional desconozca a la ilegítima Asamblea Constituyente, es algo que parece tener sin cuidado a Nicolás Maduro y a quienes junto a él pretenden asegurar su permanencia eterna en el poder. Pero está claro, que las posibilidades de avanzar en el corto y mediano plazo, sin reconocimiento externo, con eventuales sanciones económicas y restricción al financiamiento foráneo, y en medio de un deterioro social y económico voraz y potencialmente explosivo, están sujetas a la sed de poder del régimen madurista, a las acciones de la oposición y sociedad civil para impedirlo, y al costo político en términos de ingobernabilidad que ello suponga.
De los indicadores citados, en la radiografía de la infamia que hoy gobierna el país, uno de los que conviene destacar y no olvidar, es el del aumento de los detenidos, encarcelados y enjuiciados sumariamente, por su pública defensa de la Constitución y su abierta oposición al gobierno. Me refiero a los presos políticos.
Las torturas, violaciones y tratos vejatorios y humillantes a la dignidad humana, de los que son víctimas los venezolanos detenidos por protestar, o por ser diputados, alcaldes o dirigentes políticos, definen el carácter y la naturaleza de los grupos militares, boliburgueses y civiles que controlan el poder y el status quo en Venezuela, y debería indicar también los alcances, y hasta dónde son capaces de llegar, en su violencia institucional, para mantenerlo y defenderlo.
Es posible que deban construir decenas de miles de recintos penitenciarios para llenarlas quienes hoy claman por un cambio. Aunque les queda también una opción. Convertir a Venezuela en un país por cárcel. Hay un silente caudal de malestar e impotencia, lleno de deseos de avanzar hacia un futuro distinto que sólo espera el momento para expresarse.
@alexeiguerra