La expresión “violencia ciega” es del Papa Francisco. Por supuesto toda violencia es mala, nunca se justifica, es contraria a todo sentimiento humanitario y a la dignidad de las personas, víctimas o victimarios. El Papa se refiere con especial énfasis e indignación, a esa violencia que mata indiscriminadamente, aquella que se dirige a quien esté inocentemente en una calle, paseando o trabajando, sin haber molestado a nadie. Es una violencia que asume una gravedad salvaje. El Papa ha dicho la expresión referida con ocasión de los ataques terroristas de Las Ramblas, en Barcelona de España. Y a ese acto de barbarie lo ha calificado de violencia ciega porque su objetivo es matar sin mirar a quien, acabar con vidas humanas inocentes, no importa quienes sean, niños, ancianos, familias enteras, escolares de vacaciones. Pareciera que mientras más inocentes sean las víctimas, mejor en la lógica del terrorismo. Causa estupor, indignación, lo sucedido en Barcelona, lacera el alma de todo ser consciente y sensato. Murieron hasta el momento de escribir estas notas, 15 personas y más de 120 están heridas en varios hospitales. Tiene razón Francisco, es una “violencia ciega”. Yo añadiría: cruel, brutal, monstruosa.
Los seres humanos nos acostumbramos a leer y ver diferentes formas de violencia a lo largo de la historia de la humanidad. Guerras fratricidas por ambición de poder o por motivos pasionales,religiosos, étnicos, por simple envidia, como el primer asesinato conocido que fue el de Abel a manos de su hermano Caín. Creíamos superadas esas formas de violencia porque se han hecho esfuerzos para encontrar formas pacíficas de convivencia y un ejemplo de progreso en este sentido de respeto a la vida, ha sido la casi total eliminación de la pena de muerte. Choca, repugna al espíritu humano que alguien pueda ser condenado a morir ante un pelotón de fusilamiento, o en la silla eléctrica, o en la horca, o en la cámara de gas, o de cualquier otra manera. Sólo Dios es el dueño de la vida y de la muerte y nadie más puede disponer de la vida de un ser humano. Por eso estos actos terroristas, frecuentes en esta hora, son un terrible retroceso en relación al respeto de la vida y de los Derechos Humanos. Signo del poco valor a la vida que se le concede hoy, es, por ejemplo, la práctica del aborto y la eutanasia activa. Imposible transigir en ese tema del aborto y de la eutanasia activa. Mientras no se respete la vida humana desde su concepción hasta su final natural, será imposible el respeto a la vida en cualquiera de sus formas. Ofender la vida es alimentar lo que San Juan Pablo II llamó la cultura de la muerte. Y nadie puede atentar contra la vida de un semejante en nombre de Dios dijo el Papa Wojtyla. Esta vez fue en Barcelona, ayer fue en Madrid, París, Niza, New York.
Respetemos la vida, que es respetar a Dios. Condenemos el terrorismo.