Diógenes de Sinope, antiguo filósofo griego, vivía en un tonel como praxis de un pensamiento desafiante de los usos sociales y los convencionalismos de su época, radicalizando tal postura hasta el punto de abstraerse del mundo para vivir conforme a sus convicciones en la más clara expresión de la rigidez, bajo la creencia de que todos estaban equivocados, pues para él su única realidad era su verdad, la cual ejemplificaba aviesamente mediante el evidente desprendimiento de las cosas mundanas y la austera existencia.
Y para ser congruente con su pensamiento, apenas vestía una capa, andaba con los pies desnudos; granjeándose las burlas del pueblo, pero también el respeto de otros, hasta el punto de quererle condecorar haciéndole merecedor de honores que no aceptaba. Además de ser un ejemplo de sapiencia, por su inusual manera de abordar la vida fue llamado el Sócrates delirante, porque en su filosofía de desprendimiento y desinterés por las cosas materiales, su estilo de vida era consecuente con su pensamiento.
En la época actual, muchos criticarán esta posición ante la vida y la exigencia de tales extremos, para otros sencillamente es inconcebible; sin embargo para algunos arrogarse las virtudes que pudieran separarlos del común de la gente por ser capaces de gestos de enorme significancia, tales como el desapego de lo material , el desinterés por reconocimientos ante actos de extrema humanidad , el querer pasar inadvertidos por engendrar actos de nobleza , la defensa de lo justo ante cualquier Goliat , no son sino el antifaz de quienes acuñan puntos para enarbolar su real bandera y poner encima de la cabeza de muchos el pesado tonel de su conveniencia .
Habrá quienes excepcionalmente estén deslastrados de toda chicana, y sin hacer juicios de valor sobre la honestidad de los principios de Diógenes, reconocemos cada día más adeptos a la Obra “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, por su astuta manera de enfocar la consecución de las aspiraciones.
Nadie da nada por nada, es una expresión antiquísima indicadora del trasfondo de las intenciones de quien se muestra altamente generoso, especialmente complaciente, o particularmente desprendido; porque salvo se trate de una entidad divina, generalmente se busca algo a cambio, como una reciprocidad en el gesto, un cambio de conducta, una permisión, o una omisión que por no ser celestiales, serán celestinajes.
Sin embargo, convencido de la naturaleza bondadosa del hombre, todos estamos a prueba en este teatro terrenal, donde la desesperanza no debe invadir permanentemente nuestros corazones, pero si palpitar con cautela para no permitir que nos sorprendan en nuestra buena fe.
Cierto día Alejandro Magno parado frente al Tonel de Diógenes le preguntó qué deseaba y este le respondió: solo apártate pues no me dejas ver el Sol. Por eso, mientras unos exponen una visión del mundo y de la vida con ponderada dirección de hermandad, otros toman por asalto la fragilidad de la inocencia por la ductilidad de quienes desconocen la verdadera intención de quien mueve los hilos de aquello oculto para tus ojos.
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