Venezuela ha padecido en las últimas dos décadas robos saqueos y destrozos a sus activos nunca antes presenciado en su historia como nación independiente. Los gobernantes de turno se han convertido en multimillonarios en dólares y euros a expensas de la penuria del pueblo trabajador.
Pero no solo los gobernantes civiles, a estos debemos añadir los militares corruptos y narcotraficantes, identificados como miembros del cartel de los soles y otros por docenas muy bien colocados como ministros y presidentes de empresas públicas que practican sin supervisión ni control la malversación y el peculado; los pseudoempresarios enchufados que han tenido acceso fraudulento a los dólares baratos; a los especuladores que vendieron plantas eléctricas chatarras o alimentos no aptos para el consumo humano con escandalosos sobreprecios.
Como muestra ahí están las empresas expropiadas sin justa compensación, inactivas y abandonadas muchas de ellas sin producir u operando al 30% de su capacidad instalada. Industriales como las mal llamadas empresas básicas de Guayana, o las cementeras y canteras que hoy escasamente producen para la Gmvv; de servicio como la Cantv, Corpoelec e Hidrocapital cuya ineficiencia y mal mantenimiento producen con frecuencia suspensión del servicio con graves daños patrimoniales; productoras de alimentos y bienes para la higiene personal y limpieza de hogares que hoy escasean obligando a consumidores a mantenerse en colas por hora para conseguirlos en cantidades insuficientes; fundos ganaderos y agrícolas que han dejado de producir rubros que antes exportábamos como arroz, azúcar, café y ganado.
De Pdvsa ni hablar. Su propio presidente se ufana de que produce 1.9 millones de barriles diarios con una nómina inflada de 130.000 trabajadores y empleados cuando antes producía por encima de los 3.0 millones de b/d con 40.000 obreros y técnicos. Una empresa que se auto financiaba y ahora debe pedir prestado al Banco Central para contar con capital de trabajo.
A este desastre debemos añadir también los grandes depredadores internacionales: Cuba, China y Rusia.
La primera que ha subsistido con los cien mil barriles diarios que se le enviaban como parte del Convenio de Cooperación Bilateral firmado por Fidel Castro y Hugo Chávez en el año 2000, buena parte de los cuales revendía en los mercados internacionales obteniendo fabulosas ganancias.
La segunda que a cambio de préstamos en dólares y yuanes entregados por el Banco de Desarrollo de China recibía 600.000 barriles diarios de crudo, libre de fletes y seguros y nos entregaba celulares, electrodomésticos y vehículos cuyos precios no se correspondían con su calidad.
La tercera que a través de la empresa petrolera Rosneft se ha adueñado de una buena parte de Citgo, mientras extiende sus tentáculos en la industria petrolera nacional con jugosas concesiones en la Faja Petrolífera del Orinoco a cambio de préstamos en dólares destinados a suplir insuficiencias en el erario público.
A estos depredadores tanto nacionales como internacionales debemos hacerles sentir nuestro repudio. Sus dañinos privilegios no pueden quedar impunes. Deben ser objetos de nuestras protestas, para los nacionales sus oficinas y hogares y para los extranjeros sus embajadas y consulados. Es parte de nuestro deber.