Sí deseamos que a partir de ahora los presidentes sean el poder originario, la máxima expresión soberana en Venezuela, pues sí nos merecemos la “constituyente”, pero si deseamos democracia real, perfectible, que la soberanía siga recayendo intransferiblemente en el pueblo, no merecemos dicha abominación inconstitucional.
Sí deseamos constitucionalizar mecanismos de dominación del pueblo a través de sus necesidades, plasmar en la Constitución las denigrantes bolsas de comida, presuntas políticas sociales que esclavizan a la pobreza y a la obediencia electoral, por supuesto sí merecemos la “Constituyente”. Ahora, si deseamos la educación y el trabajo sean los motores del crecimiento nacional, el esfuerzo y la superación personal, familiar, profesional engrandezcan la patria, no merecemos ese homicidio republicano.
Si deseamos eternizar en el poder a una casta gubernamental desprovista de virtudes, vulgar, violenta e irrespetuosa, ejemplo de modelaje negativo, para quienes la opacidad es la guía en el manejo de los recursos del pueblo, sí nos merecemos la “Constituyente”. Ahora, si deseamos que la imprescindible alternancia en el poder, que el constitucional cumplimiento de las funciones contraloras de las instituciones públicas rijan la administración pública, no merecemos esa imposición cavernaria.
Si deseamos aceptar la aborrecible distorsión del sacro legado de nuestros próceres, donde hasta el rostro del Libertador fue usurpado, donde nuestras guerras libertarias de hace 200 años fueron para justificar represión atroz, racionamientos/restricciones para comprar comida y medicinas, donde banderas de otras naciones son izadas en instalaciones de las FANB, sí nos meremos la “Constituyente”. Pero si deseamos preservar la herencia auténtica de Bolívar, Miranda, Sucre… donde la independencia y la soberanía sean tan sagradas como la protección del pueblo por parte del ejército patrio, no nos merecemos esa junta dictatorial, esa caquistocracia (el gobierno de los peores).
Si Venezuela desea que paramilitares continúen siendo ejércitos personales de invirtuosas élites gubernamentales, donde sus crímenes sigan siendo avalados por la repugnante permisibilidad de organismos de seguridad del Estado, evidentemente nos merecemos la “Constituyente”. Si deseamos entes de seguridad que en lugar de ser verdugos del pueblo sean sus protectores, garantes de paz y justicia, no merecemos esa cubanización de la patria.