Escribir sobre el agua o sobre la arena, pareciera ser el destino de la política que guía los acontecimientos actuales. Gobierno y oposición, funcionan entre sí como mar y playa, al acusar cada uno aunque de manera distinta, para continuar con el símil marino, los resultados de sus procesos internos que, a la manera del efecto del viento en uno y otro, al arremolinar arena y olas que en su ir y venir la hunden en su paso.
Las redes recogen cualquier cosa: tiburones, pececillos y hasta sirenas. Por ningún lado asoma el poste para amarrarse y evadir sus cantos, quizás porque en el inconsciente colectivo venezolano, lo militar con su carga antigua de caudillismo, de autoritarismo, aparece incrustado a la manera de sello heroico que ignora a su vez los altibajos que le caracterizan. Nuestros militares, una vez derrotada la dictadura de Pérez Jiménez, contribuyeron a construir la incipiente democracia, de la manera en que ésta la determinó en su Constitución de 1961: apoliticismo que incluía no tener derecho al voto y por tanto no elegían ni mucho menos podían ser elegidos a cargos públicos ni representativos o deliberantes. Su función era la defensa del territorio y de la institucionalidad.
Chávez se saltó todas las talanqueras que la dura experiencia venezolana y latinoamericana, mostraron como urgentes y necesarias para limitar el poder de las armas.Se saltó incluso la Constitución del 99 que ya contenía un capítulo expreso dedicado a la FANB, cuyo art. 330 permite,el derecho al sufragio a los militares pero no permitía “optar a cargos de elección popular ni participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político” Convirtió a las FANB en un ente militante de un partido político, el PSUV, les transformó en la cúpula militar del mismo, los incluyó en su tren ministerial, los postuló como candidatos a gobernadores, alcaldes y cualquier cargo elegible, lo cual era orden y no sugerencia; los puso a votar y los hizo elegibles. Les cambió la mentalidad de estar sujetos al servicio de la Nación por la de ser sujetos activos de la política y a pesar de permitirles la obediencia reflexiva, les eliminó la posibilidad de desobedecer, dando lugar a la sospecha ante cualquiera de sus formas.
Al partidizarla, una buena parte dejó por fuera la tradición de institucionalidad previa. Hoy tiene un rol doble: Reprime alteraciones del orden público pero se comporta como militantes pesuvistas fanatizados y armados, lo cual nos lleva a pensar que es posible que algún sector relegado, sustituido y excluido en el camino de su partidización chavista, viva hoy el malestar que les lleva a la disidencia. El apoyo de las FANB a la ANC es innegable pero paradójico, puesto que muchos han manifestado su malestar y algunos como hemos visto recientemente, arengan armados hasta los dientes por las redes, mientras hablan de democracia, trayéndonos los ecos de los que siguen apoyando, sin importar mucho los emblemas o ciertas palabras que a la larga, terminan como en los versos iniciales de un poema de V. Aleixandre, como “las vanas palabras que son un soplo sólo”…
Todos somos testigos de la fragilidad no solo institucional sino del lenguaje mismo del poder, que habla aunque calle. De vociferaciones seguidas por el silencio que habla a gritos. De discursos y proclamas antagónicos, cuyo origen diverso obliga a dudar no solo de la veracidad de lo dicho y contradicho, sino a pensar en la credibilidad otorgada por una buena parte de la población, dispuesta incluso a seguir, en medio del “vocerío”de las redes,a quienes han terminado por hacer del “tuit” y del “WhatsApp”, la versión definitiva de la narrativa política, sin reflexión alguna de la lectura subyacente, de los entramados y capas que la conforman, por repetir o aceptar acríticamente cualquier versión de hechos importantes, por disparatada que sea.
Las muertes, los detenidos, la violación sistemática de los DDHH, parecieran no incidir para reflexionar que no pueden colocarse esperanzas en alzamientos militares, pues nuestra historia demuestra que militarismo y democracia se repelen. Que ésta ha de institucionalizarse de la mano del ciudadano y protegerse desde los cuarteles por el triunfo de la razón sobre las armas.De otra manera seguiremos escribiendo sobre la arena…
