La pregunta, lejos de ser ociosa, debe llevarnos a descifrar al menos las coordenadas mínimas y los escenarios del país en medio de la más grave y profunda crisis que ha vivido en toda su historia republicana.
La fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC), con toda su dantesca, precisa y televisada puesta en escena, es la excusa que ha diseñado el Gobierno de Nicolás Maduro para perpetuarse en el poder. Para ello, su misión es clara. No es redactar una nueva Constitución. Su objetivo es darle un barniz legal a la supresión por la vía de fuerza militar y paramilitar, en aras de la “paz”, de todos los vestigios, expresiones, actores, acciones, reacciones y protestas de la sociedad democrática que hoy rechaza de manera mayoritaria la pretensión dictatorial de los grupos militares que controlan el poder.
El liderazgo opositor, nucleado en la MUD, con fallas recientes no sólo en su coordinación como coalición política sino también en su comunicación y vocería, enfrenta el reto de canalizar el enorme y creciente malestar social y definir una ruta estratégica que haga posible la concreción del cambio político en Venezuela. Que sea de manera pacífica, democrática y electoral es lo deseable, y sin duda, la principal de sus motivaciones. Pero el blindaje que ha diseñado la dictadura de Maduro para bloquear cualquier intento que lo aleje del poder, y desconocer su condición de minoría electoral, genera hoy serias y preocupantes dudas sobre la manera y forma que asumirá tal proceso, sobre todo por las dimensiones de un deterioro económico, de una hiperinflación y hambre cuyo avance, ante la desatención oficial, configuran una crisis humanitaria y un cuadro de convulsión social latente que hoy parece ignorarse, en medio de margaritas deshojadas para acudir o no a elecciones regionales.
Ese panorama estaba claro hace tiempo, y así debió esbozarse en la unidad democrática. La ruta electoral no debería ser un dilema para el sector que se asume democrático, pero cualquier análisis que se haga en esa dirección, debería insertarse en varios escenarios en los cuales, con elevada probabilidad, el gobierno retrase, sabotee, inhabilite y haga todo lo imposible, incluyendo impedirlos o suspenderlos, si ello supone una derrota inequívoca, en condiciones mínimas y reglas de juego claras que hoy, en materia electoral, no existen. El cálculo político-electoral de la oposición en la complejidad actual, no implica asumir que podrá concretarse un nuevo y mayoritario mapa político en gobernaciones y alcaldías, sino que el gobierno, vía artilugio represivo-constituyente, incorpore día a día obstáculos y limitaciones que impidan tal posibilidad. La manera de informar esta decisión, (más bien, de no hacerlo unitaria y adecuadamente) generó un rechazo y desmovilización cuyo impacto deberá evaluarse.
Como nunca antes, Maduro es el rostro de una dictadura ante el mundo. La dinámica actual que discurre y se bifurca en varias líneas, (incluyendo el peso de la variable “resistencia” y su efecto en lo militar) conforman una trama llena de caos, malestar social, ingobernabilidad y un dramático empobrecimiento y miseria de grandes grupos sociales. La situación es explosiva, y ojalá pueda el liderazgo democrático interpretar el clamor de todo un país y tomar las mejores decisiones.