“De los que han llegado a ser príncipes cometiendo maldades”. Obras Políticas de Nicolás Maquiavelo, pág. 485
Buscando un poco de raciocinio, una vez más, cito palabras de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, mejor conocido como Nicolás Maquiavelo; diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano, quien, desde hace más de quinientos años, es considerado padre de la Ciencia Política moderna.
Expresaba Maquiavelo: “Como los particulares pueden llegar a ser príncipes (gobernantes) por dos caminos, independientes del de la fortuna y del mérito, creía un deber el hablar de ellos aunque el examen debería hacerse con mayor amplitud al tratar de la república. Estas dos vías consisten en llegar al poder por medio de alguna maldad o conseguir la soberanía un particular por el apoyo de sus conciudadanos…»
Después de citar ejemplos, concluye Maquiavelo: “Ciertamente no puede llamarse virtud asesinar a los conciudadanos, traicionar a los amigos, no tener ni buena fe, ni piedad, ni religión, condiciones con las cuales se puede conquistar la soberanía. Pero no adquirir gloria. Porque si se tiene en cuenta el valor para afrontar los peligros, la habilidad para librarse de ellos y grandeza de ánimo para sufrir y vencer las adversidades, no se le puede considerar inferior a ningún gran capitán (militar de alto rango); pero su desenfrenada crueldad, su inhumanidad, sus infinitas maldades no consienten que se le cuente entre los grandes hombres. Es imposible atribuir a la fortuna ni a la virtud lo que sin ambas consiguió…»
Lo peor que puede ocurrir a un príncipe (gobernante) no querido de su pueblo, es que éste lo abandone; pero de los nobles (la clase social más pudiente) no debe temer solamente que se aparten de él, sino que le combatan, pues formando una clase más ilustrada y astuta, preparan las cosas para salvarse en todo caso, y procuran obtener ventajas del que esperan venza…”
De éste capítulo deduce Maquiavelo que: “El usurpador de un Estado debe procurar hacer todas las crueldades de una vez para no tener necesidad de repetirlas y poder, sin ellas, asegurarse de los hombres (ciudadanos–pueblo) y ganarlos con beneficios. Quien hace otra cosa por timidez o mal consejo, necesita estar constantemente con el cuchillo en la mano, y ninguna confianza podrá tener en sus súbditos (gobernados) a quienes, por las continuas y recientes injurias, tampoco pueden inspirar seguridad alguna. Las ofensas deben hacerse todas de una vez, porque cuanto menos se repitan, menos hieren; y los beneficios convienen ejecutarlos poco a poco, para que se saboreen mejor.
El príncipe (gobernante) debe, sobre todo, vivir con sus súbditos de tal modo, que ningún suceso malo o bueno le haga variar de conducta, pues para obrar mal no hay momento oportuno en las adversidades cuando se necesita de ellos, y si la mudanza consiste en obrar no aprovecha, porque, juzgándola forzada, no la agradecen”. (Fin de la cita).
Generalmente, los tiempos se semejan, pareciera que las causalidades son repetitivas. La conducta humana es impredecible, y todo indica que los pueblos no aprenden, olvidan fácilmente, que “la experiencia la toma quien soporta el sufrimiento pero no puede transmitirla”.
El libre albedrío conlleva a que seamos individuales y la avaricia ataca a los ciudadanos cual epidemia que proviene de la embriaguez del populismo, de la dádiva, facilismo, ignorancia y/o mediocridad.
¡Es imperioso recobrar la integridad!
