El panorama electoral que se le está presentando al país más allá de las objeciones que puedan plantearse por las sospechas que ha dejado Smarmatic sobre el Consejo Nacional Electoral, no lo pueden desperdiciar los opositores.
Al referirse a este asunto que ha originado una gran polémica, sobre todo en ciertos sectores de la oposición, el politólogo Mario Perdigón, quien ha venido trabajando en los últimos procesos electorales en la región, señala que las visiones radicales fracasaron tanto las del Gobierno como de la oposición.
Según la última encuesta de Datanálisis el 68 por ciento de los opositores está de acuerdo que la oposición se presente en las regionales. El 64 por ciento de los que se identifican como independientes coinciden en ese punto de vista. Y aunque parezca extraño, el 73 por ciento de los que se consideran oficialistas igualmente están dispuestos a ir a un proceso de elecciones de gobernadores y consejos legislativos.
Las elecciones regionales es una forma de ir resolviendo la crisis, afirma el especialista.
Cuando la oposición ha participado unida, ha tenido amplia respuesta positiva, dice Perdigón. Esa fuerza se ha manifestado en forma contundente en el 2007 contra la reforma de la Constitución que planteó el entonces Presidente Hugo Chávez. En la ocasión, la sociedad venezolana mayoritariamente se opuso al proyecto de convertir al país en un Estado comunal, como es lo que hoy pretende hacer, según sus propias palabras, Nicolás Maduro con su Asamblea Nacional Constituyente, instalada desde la semana pasada.
De igual manera esa oposición y la sociedad civil salió en el 2015, a votar por una nueva Asamblea Nacional y encontró a su lado el gran descontento que había contra las políticas equivocadas de Nicolás Maduro.
Y el 16 de julio, una vez más la oposición demostró con civismo que es una fuerza respetable porque sin el apoyo del CNE, ni del Plan República, pudo llevar a cabo una consulta nacional y logró más de 7 millones y medio de expresiones contra esa Constituyente de Maduro.
Para Perdigón lo único que le ha faltado concretar a la oposición por parte de la dirigencia política nacional fue lograr un acuerdo para haber llegado a una transición democrática.
Después del triunfo electoral del 2015, la directiva de la Asamblea Nacional en vez de ir a la discusión política, a la búsqueda de un acuerdo que le permitiera llegar a puntos de negociación, se engolosinó con esa victoria y se desplazó fácilmente por el tobogán de la confrontación, campo éste que es el que ha tenido como escenario desde hace 18 años el chavismo-madurismo.
La lucha que se trazó la dirigencia opositora fue enfrentar directamente al jefe del Ejecutivo nacional, sin medir las circunstancias de que con la anterior Asamblea Nacional ya Maduro había logrado secuestrartodos los poderes públicos y, además, le había dado amplias facilidades a la cúpula militar para que participara en la gestión pública mediante una serie de decretos, que permitieron a altos oficiales tener acceso a cuotas de poder.
Transcurrió el año 2016 en una escalada de confrontación verbal explosiva que no arrojó resultados positivos para la población que, entonces como hoy, ha venido sufriendo la calamitosa situación de escasez y alto costo de alimentos y medicinas, la prestación de pésimos servicios, una inseguridad que abarca todo el territorio y una corrupción que se ha perdido de vista.
Si el Gobierno estaba equivocado en la conducción de sus políticas fracasadas, también se equivocó la oposición en la ruta que se trazó para enfrentar al oficialismo.
Descuidó la tarea que tenía con mayor facilidad para maniobrar y convertirse en poder, aunque moderado, a través de las elecciones regionales, ya que aprovechando el alto rechazo que ha tenido este Gobierno, era factible que hubiera ganado entre 18 y 20 gobernaciones, situación que habría impedido que Maduro se atornillara en el mando y lograra hacer lo que se propuso, como fue impedir el referendo revocatorio en su contra y posponer las elecciones en las entidades federales.
Ahora existe la posibilidad de que se realicen esas elecciones en diciembre y los demócratas no deben dejar de participar en los escenarios electorales, porque ese es el fundamental para lograr cualquier cambio que se busque.
Es cierto que el Gobierno tiene miedo de medirse; pero, está recurriendo a decisiones extremas como las de amedrentamiento contra alcaldes. Pero, si hay elecciones, entonces, a participar.