Me hace desgracia -porque gracia no- cuando en la etapa dura que vive Venezuela desde hace años, hay personas que se jactan de no comprar periódicos ni ver TV -están en pleno derecho y libertad de hacerlo- pero suelen opinar y decir con cara muy lavada: “Es que no tenemos líderes”. Si son mayorcitos, me parecen que se quedaron anclados en las figuras del pasado, muy valiosas en la construcción de la democracia, inolvidables, pero ya Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y otros, son historia, dejémoslos allí en su pedestal. Si son menorcitos, no saben muy bien quiénes fueron estos señores, porque aquí se está estudiando mal la historia y en cuanto la contemporánea, peor, porque ni siquiera se estudia. Tienen el agravante de que tampoco acuden a lo medios de comunicación. No ven cómo matan a jóvenes por un celular, moto o lo que sea, porque todavía no se han enterado de que por ese exhibicionismo ridículo de pertenencias de moda, muere alguien todos los días.
La Iglesia habrá prescindido de la existencia del limbo pero, con todo respeto, a mí me parece que hay mucha gente viviente que mora en algo que se le parece. No soy profeta, ni política, ni especialista en nada sino en fantasía… ¡pero soy ciudadana! Como tal, vengo viendo surgir nuevos líderes desde hace años. Cuando en 2012 la oposición convocó a las elecciones primarias para escoger el candidato a las presidencia de la república, se me presentó un problema y lo plantee en uno de los tradicionales almuerzos dominicales en casa. La plantilla de candidatos era, en principio -antes de la inhabilitación de uno- Henrique Capriles Radonski, María Corina Machado, Leopoldo López, Pablo Pérez, Diego Arria y Pablo Medina. Un excelente abanico de posibilidades, pero cuando expresé con toda sinceridad que mi problema era que me gustaban todos, en seguida una señora, que no lee la prensa ni ve TV, soltó desafiante: “¡A mí no me gusta ninguno!” ¡Vaya, qué exquisitez de ignorancia!
Considero que en Venezuela hay una nueva y pujante generación de líderes: Leopoldo López, María Corina Machado, Henrique Capriles Radonski, Julio Borges, Yon Goicoechea, Freddy Guevara, David Smolansky, Stalin González, Juan Andrés Mejía, Gaby Arellano, Alfredo Romero, Carlos Vecchio… no sigo nombrando porque se me acaba la página. Voy a los tres primeros para definirlos con una palabra y hacer un análisis, muy personal -tal vez muy equivocado- de sus cualidades y posibilidades políticas.
Leopoldo López, indómito. Símbolo de resistencia y coraje. Indudable arrastre popular. Su mejor agente publicitario: el régimen actual,al hacerlo blanco de todas las injusticia, catapultó su imagen.Ha madurado en prisión, pero le falta aún un toque de dominio sobre su ímpetu para ser presidenciable hoy. Si pudiera bajar un poco el fuego de su mirada… me asusta.
María Corina Machado, tenaz. Trabajadora incansable, valiente, desafiante, gran capacidad organizativa, atrae a la gente y contagia entusiasmo. Sin duda, una gran candidata a la presidencia de la república, pero carece de experiencia de mando. La veo completa dentro de poco, cuando haya hecho pasantía a la cabeza de un estado o de un ministerio, ¿canciller, tal vez?
Henrique Capriles, paciente. El menor de los tres. Sabe esperar. No se quema en bravatas inútiles porque le arrebatan una elección. Encauza su energía hacia un trabajo silencioso y perseverante de convencimiento, casa por casa. Ha ganado poblaciones. Gran experiencia, palmarés político completo: ha ejercido todos los cargos públicos. Le falta uno: presidente de la república. Ya está listo.
