Todo lo contrario a lo prometido por Nicolás Maduro que sería la Constituyente es lo que estamos viendo, porque los constituyentistas no están discutiendo los problemas graves que azotan al país, sino que se han convertido en los peores perseguidores de quienes no comparten su ideología, declaró el Dr. José Gregorio Zaá, profesor universitario y experto en materia electoral.
Ni siquiera puede considerarse un tribunal de inquisición, porque no juzga, sino que dentro de las competencias que está asumiendo está la de destruir y acabar con cualquier vestigio opositor a Maduro.
Trata de borrar a los dirigentes importantes que pueden constituir un obstáculo para el régimen.
Maduro ha ordenado a la directora de la orquesta, Delcy Rodríguez, acabar con lo preceptuado en el ordenamiento jurídico del constituyente.
Se busca eliminar el derecho de manifestación, la toma de la calle, ante el descontento respecto a la mala prestación de servicios públicos, a la falta de oportunidades al empleo, la salud, la educación, la comida y los medicamentos, entre otros.
Olvidan que el propio Hugo Chávez planteó como un derecho el empoderamiento del ciudadano de a pie.
Porque lo que dijo es que las personas no pueden quedarse entre cuatro paredes protestando lo malo que eran los servicios y la gestión de un gobierno. Incluso en muchas oportunidades hizo el planteamiento de la autocrítica.
Si eso lo decía Chávez cuando estaba en su plenitud de condiciones, indudablemente, que quienes se dicen sus herederos debieran dar demostración de que acogen sus palabras.
Pero, lo que está ocurriendo no es sólo una guerra contra la ciudadanía que protesta, sino que ya no ocultan el odio y la venganza que sienten contra quien fue una de sus principales aliadas hasta hace unos cuatro meses: la Dra. Luisa Ortega Díaz.
La convirtieron en objetivo de destrucción por el solo hecho de haber denunciado la ruptura del hilo constitucional por parte de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Y ahora han comenzado a detener y destituir a todos los alcaldes de oposición. Aún más les inhabilitan políticamente. Y, peor aún, colocan en sus cargos a individuos que no han sido electos por el pueblo. El soberano ha sido aplastado.