Venezolanos buscan indicios de cambio en las FANB #7Ago

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En momentos en que la crisis política en Venezuela se descontrola aceleradamente, muchos están atentos a los militares para ver si su alguna vez inamovible lealtad al gobierno se está resquebrajando.

El domingo por la mañana, los venezolanos despertaron con la noticia de que un pequeño grupo de hombres armados trató de tomar una base militar en la ciudad central de Valencia luego de que un capitán amotinado de la guardia nacional apareció en un video llamando a una rebelión.

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El gobierno dijo que sus fuerzas repelieron rápidamente lo que calificó de «ataque terrorista» lanzado mayormente por civiles vestidos con prendas de camuflaje y oficiales desertores, no soldados en servicio y que detuvo a siete personas.

No estaba claro cuánto respaldo existía para la llamada «Operación David», pero decenas de civiles salieron a las calles cantando el himno nacional venezolano para apoyar a los rebeldes.

Muchas personas se preguntan si el incidente pudiera anunciar un alzamiento mayor de grupos en unas fuerzas armadas con un largo historial de rebeliones y cuyos soldados _como el resto de los venezolanos_ están cada vez más atrapados en la crisis económica y política del país.

Los analistas dicen que algo así es improbable por el momento.

Aunque los indicios de descontento están creciendo en momentos en que las fuerzas de seguridad son blanco de avalanchas de piedras y cocteles Molotov durante las casi diarias protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, los soldados también temen a un enjuiciamiento en caso de que llegue al poder un gobierno opositor. Además, enfrentan el riesgo de que cualquier plan para un alzamiento secreto sea descubierto.

«Se sienten atrapados», dijo el exgeneral del ejército Hebert García Plaza, que fue ministro de Maduro. Desde que se fue al exilio en Washington en 2015 tras acusaciones de corrupción por parte de Maduro, García ha emergido como una fuente de información para periodistas, la oposición y, cada vez más, soldados preocupados.

«Hay mucha intranquilidad, pero ellos no pueden provocar un cambio político sin un horizonte claro sobre qué viene después de Maduro», dijo.

Las fuerzas armadas de Venezuela han acumulado un poder y un privilegio sin par en las últimas dos décadas de gobierno socialista y Maduro ha dependido cada vez más de ellas a medida que su propio poder ejecutivo se debilita. La semana pasada, con el respaldo de generales, procedió con un plan para instaurar una poderosa Asamblea con el mandato de reescribir la Constitución. Oponentes políticos y decenas de gobiernos extranjeros consideran el paso una usurpación ilegítima de poder que despojará a Venezuela de los últimos vestigios de su democracia.

La oposición está llamando a las fuerzas armadas a abandonar su lealtad al gobierno y presionar a Maduro para que ceda a sus demandas, incluso la libertad de centenares de presos políticos y el establecimiento de un calendario para elecciones presidenciales, pero muchos en las fuerzas armadas, especialmente los oficiales del alto rango, tienen atada su suerte a la de la revolución.

Luego de un fallido golpe de Estado en 2002, el presidente Hugo Chávez, un excomandante de tanques, lanzó una profunda purga de las fuerzas armadas y promovió a oficiales leales a posiciones altas en el gobierno.

Maduro ha expandido el poder político de las fuerzas armadas aún más, dándoles control sobre sectores claves de la economía, como la importación de alimentos. Además, ha recompensado a los soldados con aumentos salariales y bonificaciones que son la envidia de la población civil, que batalla para subsistir en medio de una inflación de tres dígitos y una escasez generalizada.

Incluso antes de que se contaran las boletas de la elección del 30 de julio de una Asamblea Constituyente, el ministro de Defensa general Vladimiro Padrino López se presentó en televisión acompañado por los altos mandos militares para celebrar los resultados como una derrota del «imperialismo».

Pese a la lealtad expresada, comenzaron a aparecer algunas rajaduras en el respaldo militar antes del ataque del domingo. Al menos 106 miembros de las fuerzas armadas, algunos de ellos oficiales menores, han sido encarcelados por cargos de rebelión y traición desde el inicio de las protestas en abril, de acuerdo con listas provistas por un oficial del ejército a condición de no ser identificado, por temor a represalias. Ha habido además varias deserciones de soldados que se han vuelto sensación en las redes sociales.

Uno de ellos es Giomar Flores, un oficial de bajo nivel de inteligencia naval que en junio dio a conocer un video en el que llamó a las fuerzas armadas a defender la constitución. Antes de escapar a Colombia, donde el video fue grabado, Flores estaba asignado a custodiar las filas de personas para comprar alimentos en el estado de Falcón, un trabajo que en teoría le daba acceso a alimentos difíciles de encontrar, pero que terminó tornándole contra la institución que amaba.

«Decidí que mi futuro valía más que una bolsa de comida», dijo Flores, de 25 años, en una entrevista con The Associated Press desde Bogotá.

Dijo que el gobierno ha corrompido por al alto mando militar y que las divisiones en la institución son más claras que nunca.

«Las fuerzas armadas hoy son como una serpiente, cuya cabeza es el máximo comandante que tristemente está subordinado al régimen», dijo. «Si cortas la cabeza, vas a encontrar a los soldados».

Pero una rebelión a gran escala como la que encabezó el entonces teniente coronel Chávez en 1992 enfrenta enormes obstáculos, especialmente la vasta operación de contraespionaje de Maduro.

«Es muy difícil crear masa crítica sin ser descubiertos», dijo Ivan Briscoe, principal analista de Latinoamérica para la organización International Crisis Group. «En una era de comunicaciones digitales instantáneas, las autoridades pueden ser alertadas del riesgo de desestabilización muy rápidamente».

Lejos de resolver los problemas de Venezuela, un golpe pudiera desatar una crisis internacional y casi seguramente dividiría las fuerzas armadas, llevando a niveles aún mayores de violencia cercanos a una guerra civil, dijo Briscoe. Los líderes de la oposición, temerosos de despertar fantasmas en una región que ha dado la espalda a un siglo de golpes militares, están optando por llamar a presiones tras bambalinas y contener el uso de fuerza contra las protestas.

Una caída del gobierno pudiera exponer a muchos oficiales a enjuiciamientos por violaciones de derechos humanos y corrupción. Varios ya han sido objeto de sanciones estadounidenses, incluso el jefe del ejército y la guardia nacional.

La oposición ha dejado bien claro que va a evitar una cacería de brujas si gana el poder, pero muchos en las fuerzas armadas no están convencidos de las promesas de una oposición fragmentada, dados los enormes retos que enfrentaría si gobierna, dijo García Plaza.

«Muchos preferirían confiar en el diablo que ya conocen que en el que no conocen», agregó.

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