Caminante: Vive tu tiempo y llénalo
Caminante no hay camino, el camino lo haces tú. Encuentra los eventuales dones que el cielo a todos depara, hasta encontrar el fruto que te convierta la vida en un deleite. Aunque el tiempo te abrume, niégate a que se te muera la sonrisa y termines siendo apenas el vago espejo de un triste lamento, un rostro demacrado, una hoja en el agua que renuncia, un molino que se oxida, el eco de un sueño, un poema sin terminar, un olvido, nada…
La vida es undívaga, ondulante, con vías rectas, profundos abismos y altas cumbres. Caminante no hay camino, los hay duros y suaves al andar, así como hay rosas con espinas, hay tiempos de alegrías y tiempos de pesares, tiempos de quietud y también de tempestad. No por mucho caminar logramos que el tic tac del reloj se detenga un instante ni por mucho que madruguemos amanecerá más temprano. El tiempo es oro y muy puntual.
Caminamos, siempre caminamos por ganar a la vida tiempo para seguir en la brega del día a día; y entre caminar y caminar nunca perdemos la esperanza de encontrar (buscadores eternos) un canto a nuestra vida, un Dios que no nos abandone, un hijo que nos ame, un sueño que no se acabe. No estamos solos en esta travesía de respiros, de suspiros, de cante y siga, de miradas, de huesos cargados de pesos, de ideas, de costumbres, de principios sin principiar, de mieles amargas, de cruces insoportables, de goces, de lumbres empalagadas de silencios, de chasquidos, de murmullos y latidos que suenan sus arpas melodiosas errantes y distantes, como si fueran inmigrantes cobijados bajo techos sublimes de alabanzas y de tonos.
Así son las cosas, todas ellas llenas de tonadas, de canciones, de sonetos de sin rimas y de rimas, de bosquejos, terquedades y obsesiones del ayer que no cesa de traernos al recuerdo, aquellas cosas de las que solo quedan quimeras, los ensueños de un ayer que ya no existe y nos ahoga, deshaciendo poco a poco del pecho las nevadas que son para el corazón solo un poco de témpanos azules, blanquecinos y celestes.
Poco a poco mi querido caminante la vida nos lleva por los laberintos de la memoria siguiendo, siempre siguiendo tras la búsqueda (a pesar de los años) de algo que fue nuestro o fue soñado que aunque no lo aceptemos se va apagando en el tiempo como se apaga una llamita al viento. Más a despecho de la tiranía del tiempo enmohecido y de la mordaza de los hombres, corona de gloria el inspirado siempre ceñirá.
Poco a poco vamos entendiendo quienes garrapateamos en cuadernos y líneas de letras y palabras, eso que nos mueve a escribir y saber que allí en ese cuaderno, en esas hojas, en esas líneas está todo lo que hemos vivido y seguimos viviendo. Caminante tejedor de destinos en letras y trovas, sigue componiéndole al tiempo, a la vida y a lo hermoso, un poema en el que se refugie la vida entera.
Pierden su tiempo aquellos que se quedaron detenidos en el umbral del tiempo sin decidirse a ejecutar un acto nuevo, repetidor de los mismos caminos, que se refugia cada noche en sus mismas pesadillas y en su eterno ir y venir lleno de dudas y esperanzas, como siempre, sin dar un paso al frente si será que ha ganado o ha perdido. Vive cada día hasta el final la antítesis de su infierno que Dante identificara como la epopeya del dolor.
Caminante: vive tu tiempo y llénalo.