El libro del Eclesiastés, uno de los llamados libros sapienciales de la Biblia, con esa sabiduría divina y humana de la que está impregnada toda la Sagrada Escritura, nos recuerda que “todo tiene su tiempo y todo lo que se hace debajo del sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Tiempo de llorar y tiempo de reír. Tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de trabajar y tiempo de descansar. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer. Tiempo de guerra y tiempo de paz. Tiempo de abrazarse y tiempo de despedirse.” Todo tiene su hora.
En Venezuela, robándome una frase y utilizándola a capricho, que alguna vez oí y no recuerdo a quién, “el reloj de la Providencia está marcando en este instante, la hora del retorno a la democracia y a la libertad”.Venezuela está ganando la batalla por su libertad, no sin dolor y secuelas sangrientas y desgarradoras. Pero la está ganando.
No se entiende, después de tantas experiencias a lo largo de la historia de la humanidad, porqué los hombres olvidamos que la vida es finita. Nadie vive eternamente, salvo Dios.
El hombre tiene también su vocación de eternidad, porque su alma, su espíritu son inmortales, pero su cuerpo material apenas vivirá pocos años, y al llegar a la eternidad, deberá rendir cuenta a Dios de lo que ha sido su vida terrena. Y si de algo deberá rendir cuenta, será del servicio a favor de los demás, sobre todo si ha sido poderoso. El poder es efímero, y quien lo haya detentado, debió usarlo para el bien común, para el servicio, para la justicia, para proporcionar bienestar al pueblo que le tocó servir.
En Venezuela se acerca la hora de la terminación de un régimen que se creyó eterno, olvidándose hasta el absurdo, que los pueblos cuando se deciden a ser libres nadie los detiene y a pesar de las múltiples dificultades en las que haya sido envuelto, exigirá el respeto a su dignidad y a su libertad. El pueblo venezolano ha dado una gran muestra de entereza, de ser demócrata, de ser pacífico y de paciencia. El reclamo que se le venía haciendo de ser muy indiferente a lo que ocurría, ha quedado desvirtuado, resultó injusto. Venezuela supo esperar la mejor hora para acabar con la tiranía que todavía la azota pero que ya pide clemencia. El régimen terminará inexorablemente y terminará en paz si oye al pueblo, pero terminará mal si le da la espalda. Sólo del gobierno, sólo del Presidente, depende el desenlace pacífico de esta tragedia que vivimos y el país ya no tiene miedo.
Bastaría que el gobierno retirara su propuesta de una ANC para que el ambiente político cambiara y se iniciara un proceso de negociación para llevar a cabo este mismo año, las elecciones de gobernadores, alcaldes y presidenciales. Todo tiene su hora y al régimen le llegó su hora final.
