Ayer se conmemoró un año más del nacimiento del libertador Simón Bolívar. Y me atrevo a asegurar, que la inmensa mayoría de los venezolanos evocan con tristeza o esperanza su filosofía de vida recogida en los libros de historia. No importa la tendencia política que lo tome para sí, igual, asumen, que es a ellos a quien pertenece su legado y él, como está muerto, no va a certificar a ninguno, por cuanto el papel, en este caso la historia, como dice un adagio popular “lo aguanta todo”. O, como dice otro, “quien hizo la ley hizo la trampa” y amparados en esa realidad quedamos como pensativos.
Un libertador es un personaje que libera a otros de algo que los oprime, los esclaviza o los tiene sometido bajo una fuerza que no los deja moverse o pensar con libertad. Esa fuerza puede ser física o mental. Quienes gobiernan se sienten libertadores de “masas oprimidas”, cosa que queda al descubierto por la dinámica política desarrollada en los últimos años. Y sus opositores, con razones de sobra, se abrogan el derecho de llamarse también como tal, asunto, que dadas las experiencias pasadas hace dudar.
Pero, a la luz del Evangelio de Salvación de nuestro Señor Jesucristo, gobierne quien gobierne, el mensaje de Dios será el mismo para todos, sin excepción y para quien quiera aceptarlo, hasta que se manifieste su gloriosa Venida a este mundo, como lo registra y promete en la SANTA BIBLIA. Es vital entonces no confundir las querencias de Dios para el ser humano, que es su Salvación, con las querencias de los hombres, que van imbuidas de filosofías, ideologías humanas y prácticas políticas. Vamos a estar claros, el verdadero Libertador de la humanidad es el mismo Dios en la persona de nuestro Señor Jesús al morir en la cruz del calvario por nuestros pecados. “Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”Rom.6:22. ¿Cómo les parece?
Todo lo que sucede en rededor de nuestras vidas. Bueno o malo. Sea culpa nuestra o no. Si Dios permite que suceda, siempre esperará que sus criaturas se alleguen más a Él y a su Evangelio para otorgarle la Salvación y la Vida Eterna, por cuanto es nuestro verdadero Libertador. El hombre que habita este planeta. Y sobre todo el profeso cristiano, tiene que colocar las cosas en su justa dimensión. Y no mezclar lo santo con lo profano. O sea, las cosas de Dios con las cosas del mundo, por cuanto en nada edifican. Todo lo contrario, tuercen el camino de una o de otra corriente del pensamiento. Los acontecimientos patrios que enriquecen el acervo histórico de una nación y de sus habitantes, sirven para el crecimiento intelectual, profesional y cultural del ciudadano. Pero, para nada tienen que ver con la edificación espiritual.
Es posible que en medio de las dificultades que estemos viviendo, la desesperación pueda separarnos de Dios. Podamos olvidarnos de él y caer en la tentación de odiar y hasta desear la muerte del adversario. Entonces, eso nos esclaviza, nos ata, nos aprisiona a un pensamiento pecaminoso. Es imperante, urgente que caigamos a los pies de nuestro Redentor, Salvador y Libertador Jesucristo. No es casualidad entonces, que Dios en su santa palabra nos diga “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” Juan 8:32.. ¡Hasta el martes Dios mediante! Próximo ARTÍCULO “Reflexionar”