Todo se encamina a lo que en la teoría de los juegos se llama suma cero. Uno gana y el otro pierde. Tal como van las cosas, después de las apelaciones internacionales de la ONU, OEA, el Papa, mandatarios de varios países, organismos no gubernamentales, premios nobel, le han propuesto al gobierno de Maduro, no solo respecto a la constituyente, sino aceptar la ayuda humanitaria y este no cede, no queda otra que ir a la confrontación decisiva.
La MUD viene exhibiendo actuaciones unitarias, que le ha permitido no solo paralizar el país a través de los llamados plantones, sino convocar a una gesta electoral, que supera en organización al CNE y demuestra como consecuencia que los militares no son necesarios para los procesos electorales.
El proceso del domingo 16 ha sido visto mundialmente como una demostración de fuerza y organización de la sociedad civil venezolana, capaz incluso de enrumbar el país después del derrocamiento de la dictadura de Nicolás Maduro y el chavismo.
Estamos en la ruta correcta, fue el camino que siguió con Gandhi la India en 1930, la que hubo en la Suráfrica de Mandela en 1976, la de Polonia con Walesa en 1980, la de las mujeres de Liberia en el 2003 y la de Ucrania en el 2004. Y en el futuro se inscribirá en la Historia Universal esta lucha de los venezolanos en el 2017 contra una dictadura con cabezas de medusa, porque es militarista, comunista y narcotraficante.
Ha olvidado el régimen que en Venezuela el 45% de la población es menor de 25 años y esos jóvenes, estudiantes, son los que están dando la batalla en las calles. No se trata de una soldadesca iletrada, es la inteligencia en formación. Esa juventud tiene planteada una disyuntiva, o le obedece a una dictadura corrompida u opta por el camino de la fuga de cerebros. En esa encrucijada prefiere jugarse la vida enfrentando las bayonetas de la tiranía.
Los ensayos que se han venido dando para la convocatoria de una hora cero, tienen como antecedente histórico lo ocurrido el 22 de enero de 1958, en que la Junta Patriótica logró en Caracas, meter en sus residencias a la población y desde las ventanas y techos de edificios y viviendas enfrentar a los militares que Pérez Jiménez lanzó a las calles para aplastar la rebelión popular. El resultado no tuvo que esperar veinticuatro horas. El dictador huyó a la media noche y amaneció con un nuevo horizonte. En menos de un año regresaron los exiliados, libertaron a los presos políticos, se reorganizaron los partidos y sindicatos, hubo libertad de prensa, se hizo la campaña electoral y el 4 de diciembre estaba electo el nuevo presidente. Récord mundial.
Mientras se mantenga en el poder esta camarilla desorganizada, autoritaria y corrompida, a Venezuela no vendrán inversiones, no habrá despegue económico, como sanguijuelas Cuba, Bolivia y Nicaragua se seguirán llevando el dinero de los venezolanos. A Maduro hay que decirle aquella consigna de la heroína zuliana Ana María Campos “O capitula, o monda”.