Rosario Anzola: Los niños son mis grandes maestros

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Rosario Coromoto Anzola, mujer de letras y espíritu líder, es el ejemplo de que la rebeldía, a veces, es una virtud. Sus furores han sido escaleras que la han conducido a sus éxitos: más de 30 obras de literatura infantil, exhibidas en las librerías de Venezuela y el mundo.

Barquisimetana, hija de Enio Anzola Giménez, reconocido abogado y concejal del municipio Iribarren, y de Alicia Delgado de Anzola, ama de casa dedicada a criar “una multitud” de hijos, trece para ser exactos.

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Su rol en aquella familia numerosa era entretener a los hermanos más pequeños y aunque ellos la catalogaban de “mandamás” y la comparaban con el “General Gómez”, su desenvoltura para crear cuentos, heredada de su papá y bisabuela, y su capacidad para inventarse todo aquello que su ágil imaginación quisiera, la hicieron convertirse en un personaje extraordinario para su familia y para todos los larenses.

Rosario escribió su primer poema a los siete años de edad, su tío Napoleón Anzola que para entonces tenía una columna en EL IMPULSO, fue el primero en gritar a los cuatro vientos ese don, refiriéndose a ella en uno de sus escritos como “mi sobrina la poeta”, un recuerdo para toda la vida.

Hoy, Rosario confiesa que a esa enérgica niña siempre le respetaron sus ocurrencias pero también le enseñaron a aplicar la disciplina en su justa medida. Su papá y las hermanas del colegio Inmaculada Concepción donde estudió hasta el bachillerato, fueron los encargados de esa tarea.

Al llegar la adolescencia tuvo que enfrentarse a su padre para poder estudiar la carrera que amaba: arquitectura, pero Enio Anzola tuvo pánico de soltar a su hija a la selva de concreto (Caracas) y Rosario finalmente se decidió por la literatura. Cursó la licenciatura en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, en Barquisimeto.

Aunque su amor por las técnicas de diseño, los espacios y las estructuras la acompañan hasta el sol de hoy, en el camino descubrió que la literatura sería su compañera de vida.

En 1983 bautizó su ópera prima con el nombre de “Siete cuentos en voz baja” y a partir de allí, el ingenio para escribir para se fue fortaleciendo, cada éxito la sorprendía gratamente.

Su bestseller “El niño que soy” ha vendido más de 25.000 copias en Venezuela y tiene su versión en inglés, italiano y francés.

Cada libro tiene un trabajo de investigación detrás y sus ganas de aprender todos los días la han estimulado a escribir sobre temas variados, desde la formación de la moneda venezolana en su libro “Encontré una moneda” hasta la historia de Nuestra Señora de Coromoto, éste último con significado doblemente especial, no sólo por su devoción mariana, sino porque no es casualidad que su segundo nombre sea Coromoto.

“Estaba destinado que yo escribiría este libro” se puede leer en la última página del colorido texto.

Rosario revela que “echa una llorada muy grande” cuando pone el punto final, en ese momento sabe que está lista para despegarse de su obra, que ya no le pertenece.

Los escritos de Anzola no están enfocados en buscar el éxito, manifiesta que cada cosa que hace la hace por consciencia y como lo indica el sentido de la vida, no para obtener beneficios.

Entretener tampoco es su única intención, sino que guarda la importancia de educar al lector desde las sensaciones. Aclara que los libros no pueden ser moralizantes sino que los valores hay que vivirlos y sentirlos.

En ese sentido, sus textos forman parte de las aulas de clases y de las mesas de noche de muchos padres, quienes los usan para revivir su niño interno y reforzar vínculos con los pequeños. Los padres aprenden a conversar con el niño desde su altura y a escucharlos, muy importante en estos tiempos.

-Cualquier tema se puede adaptar para los niños, pero el proceso es más cuidadoso, requiere tener una sensibilidad abierta, hacer sintonía con el niño interior, participar con él desde el descubrimiento y siempre hay que decirles la verdad… “La vida es bella” es una bella película, pero es un engaño.

 

Rompiendo paradigmas

Rosario comienza a ejercer su profesión en aulas llenas de jóvenes, pero enseñar sobre el sujeto, verbo y predicado en oraciones escritas en la pizarra era una pérdida de tiempo para ella, “la rigidez escolar me mataba” así que nuevamente la empujó su rebeldía y movió pupitres, puso a sus alumnos de pie y convirtió sus clases en un juego.

Acompañaba sus ejercicios creativos al son de los instrumentos que su abuelo y amigos la enseñaron a tocar, aclara que no tiene educación musical pero como es barquisimetana tiene el pasaporte. El cuatro, la guitarra y hasta el arpa estaban presentes en sus clases, junto a los niños surgieron canciones, poesías y más libros.

-Los niños son mis mejores maestros, ellos me dan pie para muchas cosas, allí comienzo a hacer literatura con música para llegarle al niño con la dimensión artística de la palabra, pero con el truco de la música.

Pasa el tiempo y Rosario comenzó a trabajar en su propio preescolar, uno muy particular por cierto, donde la música no podía faltar. “La Primavera” de Vivaldi sustituyó los timbres y aunque era la maestra favorita de los niños y contaba con el máster obtenido de la experiencia al ser madre de dos niños, María Elisa y Ricardo, para el Ministerio de Educación no fue suficiente sustento y consideró ilegal que diera clases sin el título respectivo, entonces tuvo que dejar esas aulas.

Su vida tomó nuevos y mejores rumbos. Gracias a la propuesta de sus amigos, inició talleres y proyectos de convivencia en escuelas y comunidades.

-Allí comprendí muchas cosas: que la pobreza se debe a la falta de oportunidades y que a los niños les hace falta más árboles de mango y jugar con tierra… Los padres deben dosificar la tecnología porque es lo mismo que darles azúcar todo el tiempo, le estamos haciendo un daño.

Rosario la ciudadana

Al consultarle a nuestra invitada del Desayuno Foro si sería capaz de contarles a los niños la historia de lo que sucede hoy en Venezuela, Rosario Anzola afirma con convicción. Pero añade que particularmente, esa historia tendría un final abierto, no podría darle un final feliz pero tampoco uno triste.

En este punto nos encontramos con Rosario la ciudadana, que dejó entrever su sensibilidad con el tema, convencida de que a Venezuela le toca reconstruir el país y recuperar a los adultos de mañana, “hay que sembrar la primavera en los escombros y reconstruir en los escombros”.

-Los niños de hoy quedarán marcados para toda la vida porque están tragando bombas, porque sufren el hambre, porque sus familiares no encuentran las medicinas y viven devastados por el paredón del hampa, me consta que hay sufrimiento por todas partes, aquí hay cosas que no han existido en otras dictaduras.

Compara a los niños venezolanos con aquellos que tuvieron experiencias de guerra, como los sobrevivientes del holocausto judío, quienes crecieron con serios problemas mentales, algunos nunca recuperaron la funcionalidad. “Acabaron con un pueblo y aquí acabaron con una ciudadanía”.

Teme por ellos, por los que hoy padecen, pero sin consciencia por los hechos que ocurren día tras día y por los que con brío se colocan un escudo de cartón y salen a la calle a entregar sus vidas. Dice que son ellos los que están salvando a Venezuela.

Los llamados “escuderos” la han marcado tanto, que naturalmente tuvo que escribir sobre ellos, un texto que José Ángel Ocanto, Director – Editor de esta casa editorial, catalogó como uno de los más bellos escritos que ha leído en los últimos años (En la página C6 de esta edición lo podrá encontrar completo).

-De allí surgió una imprevista invitación para la escritora, a partir de ahora y tras mucha insistencia de parte de José Ángel Ocanto, EL IMPULSO contará con la publicación de los artículos de Rosario Anzola cada semana-

Dice con orgullo sobre los escuderos, que simbolizan la heroicidad del venezolano y son el modelaje para los más pequeños, pero que su futuro es incierto, “no sabemos lo que les espera, no sabemos qué ofrecerles. Son jóvenes que tienen rabia, incertidumbre, pero también esperanzas”.

La tarea que propone es reconducirlos y ya hay quienes trabajan en ello a través de orientaciones psicológicas. Es necesario sentarse a conversar con ellos, pero admite que es un trabajo complejo hay que pensar cómo se les explica, quién se lo explica y en qué términos, la faena es larga.

Rosario, al igual que todos, tiene preguntas sin respuestas:

-Si llega la sexta (República) ¿qué será de ellos luego de todo el horror que han visto? y si no llega ¿cómo van a canalizar todos esos sentimientos de odio, venganza y rencor a flor de piel? ¡si lo pienso en las noches, no duermo!

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