Para este domingo 16 de julio, si no pasa nada imprevisto (lo cual es muy frecuente en Venezuela), está pautada la realización de una consulta popular convocada por la Asamblea Nacional para que los ciudadanos se pronuncien con respecto a los siguientes puntos: si rechazan la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, si demandan a la Fuerza Armada el cumplimiento de la Constitución y si aprueban la renovación de los poderes públicos a través de elecciones.
La importancia de este evento es fundamental porque permitirá a la oposición fortalecer su legitimidad y unificar al sector del país que rechaza la constituyente. Que haya sido convocado por la Asamblea Nacional también es significativo porque es el poder público en este momento con mayor legitimidad democrática obtenida en las elecciones de 2015.
Si los ciudadanos acuden masivamente a expresar su opinión, la consulta popular será una gran victoria simbólica que puede conducir a victorias reales a mediano plazo para la Mesa de la Unidad Democrática.
No obstante, el escenario actual es muy peligroso para la oposición, porque existe un sector que alimenta falsas expectativas a sus seguidores, y pretende hacer ver que el cambio político es inminente. Esta pretensión carece toda lógica porque el gobierno sigue siendo muy fuerte institucionalmente y cuenta con el apoyo de la Fuerza Armada Nacional.
La otra tendencia peligrosa, evidenciada a raíz de la medida de casa por cárcel a Leopoldo López, es la negación de la negociación política como mecanismo para resolver el conflicto. Numerosos voceros de la MUD han negado esta posibilidad y han exigido que la única negociación posible es la salida de Maduro del poder.
Ahora bien, desde diversos espacios hemos enfatizado en la necesidad de una negociación política que encuentre una salida pacífica y electoral al espiral de violencia en el que está inmerso el país. Justamente la medida otorgada a López puede significar un paso del gobierno en esa dirección. Por ende, la respuesta de la MUD no puede ser visceral sino racional y calculada.
Consideramos que el primer punto de la agenda para lograr la paz de Venezuela es la convocatoria a elecciones generales libres y competitivas. Por esta razón, el mejor escenario para que esto ocurra es a través de una negociación exitosa en la que gane el país entero.
Hasta ahora no se avizora en el horizonte que esto pueda darse en el corto plazo, pero sin duda debe ser el objetivo de la protesta de calle, sino carece de sentido. Es necesario dejar a un lado la épica para centrarse en lo verdaderamente importante: una solución pacífica, electoral y constitucional a la crisis.
La mejor vía para que esto ocurra es a través de la creación de un grupo de países amigos conformada por países afines al gobierno y a la MUD que faciliten un proceso de negociación transparente con objetivos concretos y plazos de cumplimiento. El Presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski es uno de los principales promotores de esta alternativa y ha advertido sobre las consecuencias devastadoras que la implosión de Venezuela puede causar en la región.
En este sentido, corresponde al liderazgo político explicar a sus seguidores que una negociación no constituye una “traición” a su causa, y que, por el contrario, contribuiría enormemente a allanar el camino hacia una solución que destrabe el juego y enrumbe al país hacia el cambio político que aspira la mayoría de la población.
Contra una salida negociada a la crisis conspira el radicalismo, en la que no sólo milita en el oficialismo sino algunos factores que hacen vida en las filas de la oposición.
De ahí la responsabilidad que tiene el liderazgo político en este momento crucial de vida republicana de desmarcarse de los violentos de ambos bandos y promover un programa de reconstrucción nacional que involucre a todos los sectores del país. La demagogia nos puede conducir por caminos aún más oscuros y peligrosos. Como bien concluyó Rousseau, la voluntad general es siempre recta, pero el juicio que la guía no siempre tiene la misma rectitud.