Cuando lo conocí, venía de su primer día de clases en la universidad. Su rostro denotaba alegría, ilusión por comenzar estudios en la carrera que le apasiona desde que tiene uso de razón. Transpiraba optimismo y su mochila repleta de sueños por cristalizar.
Ya no es el mismo…
Caminaba por la intercomunal Barquisimeto–Cabudare, uno de esos días en que sólo a pie se podía llegar de una ciudad a otra.
Me lo encuentro debajo del distribuidor Valle Hondo, donde un grupo de personas ondeaba una inmensa bandera tricolor y, a coro, entonaba el Himno Nacional, mientras a 500 metros un convoy militar, y no menos de 60 funcionarios de la Guardia Nacional en motos, se aprestaban a enfrentarlos, provistos de diversas armas.
Ya no es el mismo…
Su mirada era una mezcla de miedo, dolor, rabia, impotencia e irreverencia.
Me acerqué. Me trató con respeto. De inmediato se me reveló como un adulto prematuro: “Profesor, se llevaron a Carlos Pérez, denúncielo en las redes, porque desconocemos su paradero y esos malandros uniformados son capaces de todo. Él fue uno de los caminantes de Barquisimeto a Caracas” (380 Kms por la libertad), me dijo, mientras miraba hacia los lados y hacia atrás, sin cesar.
Ya no es el mismo…
Se ve curtido en estas lides, menos ingenuo, toda esta realidad venezolana lo está haciendo madurar desde el dolor, demasiado rápido y crudo: ¡antes de tiempo!
¡Que desgracia lo que el régimen le ha hecho a nuestra juventud! Pero, como una vez lo expresara el poeta español Miguel Hernández,La juventud siempre empuja, la juventud siempre vence y, la salvación de un país, de su juventud depende.
Recordemos la gesta que comandó José Félix Ribas en la Batalla de La Victoria, el 12 de febrero de 1814. Allí los jóvenes venezolanos dieron la cara, el esfuerzo y la sangre para enfrentar la ignominia de ese tiempo.
Posteriormente los jóvenes que ingresaron a la UCV, entre los años 1923 y 1925, reconstituyeron los organismos de representación y promovieron la Federación de Estudiantes de Venezuela, hasta entonces suspendida por una disposición de la dictadura de Cipriano Castro. Lo que inició como un proyecto restringido al ámbito universitario, derivó en una propuesta para cambiar el régimen político y los fundamentos de la sociedad venezolana, ocasionando el traslado de 214 jóvenes detenidos al castillo de Puerto Cabello, hecho inédito en el país.
En el año 1957 se crea el Frente Estudiantil Universitario que logró congregar a todos los movimientos de estudiantes que adversaban la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, uniendo la juventud de Acción Democrática, Copei y Partido Comunista de Venezuela. A ellos correspondió liderar la huelga estudiantil del 21 de noviembre del año 1957, que hizo tambalear la dictadura, al punto que la mayoría de esa dirigencia fuera apresada. Sin embargo, el movimiento estudiantil ejerció presión sobre las Fuerzas Armadas de entonces, con una movilización persistente.
Reflexionaba con una colega sobre cómo la mayoría de los jóvenes de hoy, sólo conocen este régimen. Me dijo que esto los hará valorar más la libertad. Y es que la democracia es el único sistema de gobierno perfectible, nunca hay que dormirse en los laureles, ni descuidar el proceso. Hay que luchar por ella y conquistarla todos los días.
Para Adícea Castillo, doctora en ciencias sociales y directora del Ceapfacesucv, el ejercicio ciudadano aún es débil. “Uno debe enseñarle a la gente lo que es el ejercicio democrático, donde no haya reyezuelos, de esos que pululan siempre en todos los partidos” y en los gobiernos.
Este estudiante que conseguí protestando sobre el asfalto, ya no es el mismo… No puede serlo: es su presente y su futuro el que está en juego y como lo expresara el periodista y político colombiano Álvaro Gómez Hurtado: “La juventud puede soportar el presente, pero lo que no puede tolerar es que no exista el futuro…”.
“Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer…
¡Más es mía el Alba de oro!”
(Extracto de “Canción de Otoño en Primavera”. Poema de Rubén Darío)