En esta escuela de San Francisco, EE.UU., las clases las imparte la computadora y no el maestro, que se limita a un rol de mediador entre la tecnología y el alumno.
Cada niño tiene una «lista personalizada» con las materias que debe estudiar que se elaboran gracias a un algoritmo en desarrollo.
Cámaras vigilan el comportamiento de los niños y educadores e ingenieros trabajan en ese algoritmo que sirve para personalizar los contenidos a la medida del niño.
«Si alguien es mejor que yo en lectura, estudiará cosas de un nivel más avanzado», explica Miles, un niño de 10 años, alumno de AltSchool.
Para Miles, el sistema es «divertido» porque le permite tener un aprendizaje «mucho más personalizado», asegura.
Su creador, Max Ventilla -un empresario de Silicon Valley que trabajó en Google- quiere vender su idea a escuelas públicas para hacerlo accesible a todo el mundo y que «los niños tengan la mejor educación en el futuro», le dice a la BBC.
Sin embargo, de momento no es algo al alcance de todas las familias. La matrícula cuesta US$30.000 al año y sólo hay ocho en Estados Unidos.
El método es controvertido. A quienes lo critican les preocupa que reduzca la fuerza e influencia de los maestros en el desarrollo de los niños.
Pero Ventilla lo defiende: «En la tecnología hay un efecto en cadena y cada vez más estudiantes y escuelas usarán este sistema», advierte.