No nos damos abasto para reflexionar ante cada hecho político que ocurre en el país todos los días. Las últimas semanas están cargadas de delitos de lesa patria. Venezuela está exhausta de la decrepitud del alma nacional.
Un Maduro iracundo dice que si no gana con votos, lo hará con las armas. Ante el ataque de colectivos a la Asamblea Nacional con desvergüenza declara que investigará los hechos, a la par que Diosdado con un rostro inyectado de sangre afirma, donde hubo diputados, periodistas y empleados del parlamento heridos, que fue una autoflagelación. Y siguiendo la denigrante exigencia hecha a sus partidarios de rodilla en tierra para jurar lealtad a Chávez, le dice que se arrodille ante él, al al Jefe de Estado de Colombia. Venezuela en manos de bárbaros y safios.
Al catálogo de ironías de Maduro se suma la de haber afirmado que se acogía y obedecía la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de trasladar a Leopoldo López de la cárcel a su casa. Como si todos no supiésemos que no se mueve una hoja en el árbol del régimen sin la anuencia de Raúl Castro y el vende patria Nicolás.
El desfile del 5 de Julio y la graduación de los nuevos cadetes fueron actos bochornosos. La narración de los eventos constituyó una grotesca elegía a Chávez, por encima de las menciones de los héroes de la independencia. Con acierto dijo en su discurso en el Parlamento la historiadora Inés Quintero, que llegará el día en que se elimine de la celebración el desfile militar, porque la firma del acta, las ideas del proceso, fueron obra de civiles y no de los uniformados. Y nada puede esperarse en la hora actual del generalato, comprados con una caja de favores y dinero.
Es insólito el argumento del magistrado Maikel Moreno de cambiarle a López casa por cárcel, en virtud de haber hallado después de tres años de injusta prisión “serias irregularidades en la distribución del expediente a un Tribunal de Ejecución”. Se confirma que el TSJ está en manos de hombres vacuos de conocimientos jurídicos. La seudoliberación del líder de Voluntad Popular se debe fundamentalmente a la necesidad de producir un hecho que tape la noticia de la agresión al parlamento que recorrió el mundo. No es una medida humanitaria, ni debe agradecerse, es el remedio de un gobierno sin escrúpulos.
La precipitación es mala consejera, hubiéramos preferido esperar tres días a la aparición de un Leopoldo aclarando que fue obligado a salir de Ramo Verde y explicarnos el tipo de torturas y vejámenes aplicados a los presos políticos. No tardará la dictadura, como lo hay hecho Tareck William Saab en decir que quien afirmaba ser el último en salir de la prisión cuando se liberaran a todos los presos, no dudó en salir de primero.
Mientras tanto los monopolizadores del patriotismo, en cadena nacional a cada instante, no dudan en proclamar que la constituyente será para tener una república comunal, bolchevique y centralizada. Por eso la constituyente es el gran sofisma.