Resulta una apreciación generalizada por no pocos analistas que comparten la misma preocupación por la situación política del país. Violencia demencial que se antepone a cualquier negociación por la Paz. Botones de muestra los hay.
La Comisión de Paz instalada en el estado Lara ha hecho notorios esfuerzos para avanzar en su cometido. Políticamente, sentar en una misma mesa al Gobernador y al Alcalde para trabajar contra la violencia, algo que pudiera institucionalmente considerarse normal para cualquier ciudadano, no faltó quienes lo vieran como un desvarío. Quiérase o no esa iniciativa ha sido boicoteada.
Conocida la visita del Ministro de Interior, Justicia y Paz a nuestra entidad, dada la escalada de violencia, un mínimo de sensatez indicaba reunirse con todos los sectores. Incluyendo a la MUD y al PSUV. Pero no, las directrices fueron sesgadas. Craso error. En medio de esta locura generalizada, sin contabilizar muertes, heridos, daños a la propiedad pública y privada y efectos psicológicos colaterales que ya afectan a los niños, cada quien proclama el éxito del “trancazo” o del control del terrorismo y proclama su oferta ya sea en nombre de la “lucha por la libertad” o de “la salvación de la patria”.
Un discurso que se inaugura y justifica en el contexto de hace 207 años, pero que alimentó y sigue insuflando las guerras intestinas que desangraron el país y continúa haciéndolo, en boca de la dirigencia actual. Sin distingos. La Constitución consagra y perfecciona la igualdad en materia de derechos. Pero para muchos, unos derechos prevalecen sobre otros.
Recientemente se produjo un llamado a “No más Violencia” por parte del sector empresarial larense. ¿Quiénes lo atendieron? A no dudar, se perdió entre el caudal de información que privilegia los hechos de violencia. Que no se pueden negar, pero que a decir de los especialistas en el tema, una vez que se convierten en noticia pueden ser alterados a conveniencia. Con la emergencia de las redes sociales ahora cada quien es productor de noticias. El posicionamiento de la violencia supera en creces al de la Paz. El desvarío tiene pocos filtros, se “viraliza” y somatiza.
Son mutuas las acusaciones para responsabilizar por el terrorismo, saqueo, y quema por destrucción. Para nadie es un secreto que los denominados “trancazos” incluyen cobro de peaje, atracos, paralización del transporte, obstáculos en la vía, restos de árboles, cauchos, basura, focos de contaminación, etc. El desacato se pretende convertir en norma. Políticamente: un país, dos sistemas.
La oposición, siguiendo al pie de la letra la Metodología Harper, suerte de Manual de Guerra No Convencional aplicado con éxito en algunos países y objeto de fracaso en otros, continuará con su estrategia. Sufragio para el plebiscito y saboteo ante el derecho a elegir. La lectura que igualmente hace el Gobierno, en conocimiento de causa, lo hace aferrarse a la Constituyente. Mientras tanto el grueso de la población sigue en vilo. La tensión se agudiza en lo que resta de mes. “Esto durará hasta que se acabe”, reza un sentido común en crisis.
Seguirá en pie, con mayor pertinencia que nunca, impulsar todo esfuerzo, apoyar toda iniciativa, en procura de que los actores sociales y la dirigencia política, a nivel regional y nacional, acuerden una hoja de ruta institucional para avanzar hacia la paz, en medio de estos desvaríos de violencia.