Este 5 de julio se cumplieron doscientos siete años de la Declaración de nuestra Independencia. Aunque dictar la primera Constitución, que fue de las primeras escritas en el mundo, sería el año siguiente, podemos decir que el acta firmada por los próceres, como lo registran los óleos de Lovera y Tovar y Tovar que todos hemos visto mil veces, es la partida de nacimiento de la República, esa forma de organización política y social, esa promesa de igualdad y libertad, de la que todavía somos un proyecto por realizar.
Este cumpleaños republicano coincide con tiempos difíciles, duros. Nuestra sociedad sufre de una crisis económica y social de proporciones inéditas, al menos para varias generaciones, agravada por una crisis política insidiosa, pues se han cerrado los caminos constitucionales, democráticos, pacíficos para resolverla, y eso ha ocurrido desde el poder, cuya prioridad absoluta es que siga en las manos que lo detentan, a despecho de lo que día a día vive y padece nuestro pueblo y lo que con rotunda claridad le dice cualquiera en la cola del pan, en el mercado, en la farmacia, en la calle o, si requiere comprobación estadística, puede leerse en cuanta encuesta más o menos seria se realiza.
República es igualdad. Igualdad en el Derecho y en las oportunidades. Todos somos ciudadanos, con derechos y deberes. No hay abolengo que valga. Y el dinero, para cuya obtención lícita debe haber siempre vías abiertas al talento y el esfuerzo, permite posibilidades, pero no coloca a nadie por encima de nadie. La Constitución es el marco del orden republicano con derechos para la ciudadanía, y poder público institucional, distribuido, limitado, para que esté al servicio de todos. Y que cuando exista la tentación de olvidarlo por quienes lo ejercen, haya modos de corregir la desviación, sancionarla si es preciso y enderezar el rumbo.
República es libertad. Habría mil maneras de decirlo, hoy me quedo con las cuatro libertades rooseveltianas. Libertad de expresión, derecho a hablar, a informar y a estar informado. Libertad de creer y de practicar tu credo, o incluso de no creer y ser respetado y siempre respetar a los demás. Libertad de la necesidad, posibilidad de vivir sin la penuria del hambre, la enfermedad, el desamparo, la miseria. Y libertad del temor, el derecho a vivir sin miedo.
La Fiscal dijo hace poco “Venezuela corre el mayor peligro de su vida republicana”. Grave y, creo, cierto. Es el proyecto mismo de vida republicana el que está en peligro.