El base estadounidense Nate Robinson, tras una década en la NBA y una final perdida en un séptimo juego como jugador de los Celtics de Boston (2009-2010) ante los Lakers de Los Ángeles, tuvo su desquite en Venezuela, al coronarse campeón de la Liga Profesional de Baloncesto (LPB) 2017 con los Guaros de Lara ante Marinos de Anzoátegui en seis juegos (4-2), y ser designado Jugador Más Valioso.
El jugador de 33 años de edad y 1.75 metros de estatura nunca había ganado un título profesional y le tocó hacerlo ante un Domo Bolivariano de Barquisimeto repleto, tras lo cual se montó en uno de los aros y luego fue cargado por el público presente alrededor del tabloncillo, antes de celebrar junto a sus compañeros y alzar la Copa Maltín Polar.
“Ganar el título para toda esta gente que nos ha apoyado tanto es una bendición de Dios”, declaró antes de recibir su premio como Más Valioso con promedios de 15 puntos, 2.3 rebotes y 2.6 asistencias. En el sexto y decisivo juego, ganado por Guaros 10-72, contribuyó con 17 puntos y ocho asistencias como titular en 29 minutos y 48 segundos en cancha.
Se fue de 8-4 en intentos de dos puntos, de 4-2 en triples y de 4-3 en tiros libres, capturó dos rebotes, perdió una pelota, robó otra y cometió dos faltas. En 2016, en su única otra experiencia en una liga FIBA, no pudo evitar la eliminación del Hapoel Tel Aviv y tampoco se le dieron sus títulos en su etapa como jugador universitario en la NCAA con Washington.
En días pasados había advertido a EL IMPULSO que se “tomaba muy en serio” la posibilidad de jugar en esta serie final en este punto de su carrera y la definía como “su final NBA”, tras no haber podido detener a Kobe Bryant hace siete años.
En la postemporada jugó a nivel de “PlayStation” o videojuegos con jugadas de feria, pases inverosímiles, triples de muy larga distancia y veloz distribución y traslado de la pelota, incluso a ratos a riesgo de su propio carácter al encarar a contrarios, celebrar quizás con más efusividad de lo debido y retar hasta a los jueces en más de una ocasión, siempre contenido luego por el cuerpo técnico o sus compañeros.
Promedió 38.8 por ciento en la postemporada desde el perímetro (72-28) y repartió un total de 70 asistencias (5.0 por juego).
