Rubén Osorio Canales es poeta, escritor, dramaturgo y columnista del diario El Nacional, nacido en Barinas, en 1934.
Está presentando su nuevo trabajo titulado Estado de Sitio, que comprende 41 poemas, y uno dedicado a Caupolicán Ovalles, llamado La Patria. El libro está editado por Zilah Rojas, publicado en el marco de la celebración de un nuevo aniversario de la galería Durban Segnini, y bajo la coordinación editorial de Argimiro Briceño León.
En entrevista concedida a EL IMPULSO, el escritor aseguró tener más de 30 años sin publicar poesía. Esta obra fue escrita entre los años 2002 y 2004. Su ausencia de las letras se debe al interés que siente más en escribir que en publicar su historia. “Todo libro tiene su tiempo para nacer y crecer, y ese tiempo nunca hay que forzarlo”, dice.
Estamos en un Estado de Sitio
El poemario está plasmado a través de la voz de los confinados en una torre. Narra el proceso trascendente de los personajes por el encierro, los atropellos, el acoso, las agresiones y el miedo. Eso los obliga a salir del aislamiento para enfrentarse a mayores retos, siendo su tema central: la libertad. “Los sitiados invocan a los poetas porque la poesía desde Homero hasta nuestros días ha estado en el centro de los conflictos humanos”, comenta el escritor.
El poeta afirma que en sus alucinantes versos “están las memorias de los ultrajes a los muchachos chilenos agredidos y fusilados por la intolerancia pinochetista; allí están condenadas las muertes de Javier Heraud y de todos los jóvenes caídos. Y, por supuesto, están los nuestros en todas las épocas”.
Estos versos están cargados de las emociones que sienten los sitiados por haber dicho no al autoritarismo.
“Ese libro nació un día en que ciertos hechos que estaban ocurriendo en el país y oscurecieron de tal manera mi visión que comencé a asociarlos con la historia negra de nuestro continente; y pensé que, de seguir por ese camino, podríamos terminar en un estado de sitio”, explica el autor.
-¿Cómo fueron sus inicios de escritor?
-Comencé muy joven, tendría unos diecisiete años cuando comencé a reunir mis primeros escritos con resultados poco satisfactorios. Sin tener una clara consciencia de lo que significa ser escritor y tener a la poesía como meta, me atreví a publicar dos libros que poco tiempo después comprendí no debía publicar. Y dejé de escribir poesía por largo tiempo, pensando que mi inquietud encontraría mejor desempeño en otras disciplinas como el teatro y el cine, materias que estudié a cabalidad y en las cuales trabajé muy duramente. Pero un día en medio de una fiesta se me vino a la mente un extraño texto que escribí en un papelito y que decía: «Ya los hombres no podían saltar los muros, ni decir yo soy la vida, detente, deteneos, en el campo florecían los manojos de huesos”. Me guardé el papel y ese día supe que la poesía había abierto de nuevo sus puertas para mí.
-¿Cómo tituló ese poema?
-Lo titulé Belsen, que es el nombre de un campo de concentración nazi, y es parte de un libro que quiero mucho, el cual se llama La vida por los pies; cuenta la historia de un soldado desde que lo reclutan hasta que regresa de la guerra.
-¿Qué ideas surgieron para escribir Estado de Sitio?
-El amor, el dolor, todo aquello que represente un sentimiento humano, está siempre en lo que escribo; no hay un solo verso mío en el que ellos estén ausentes. Soy un ser humano como cualquier otro; el hecho de ser poeta no es un privilegio, todo lo contrario, ello me obliga a una lucha muy dura en muchos campos, comenzando por el del lenguaje y manteniendo una coherencia entre el ser que escribe y el ser que vive.
-¿Hay comunión religiosa del narrador al hacer mención constante de Dios, Señor, crucifixión, rezos?
-Soy un creyente profundamente convencido. Para mí, Dios es una realidad que me acompaña a toda hora, que se me manifiesta tanto en la visión de un crepúsculo como en la oscuridad de la noche. Es mi amigo permanente, uno que me acompaña y a quien recurro siempre; le rezo, lo invoco y reclamo cuando siento que no interviene para impedir lo que no debe ser. Cuando siento que está allí a mi lado es como estar en armonía con el universo.
-¿Por qué los poemas son numerados y no llevan nombres?
-Llevan la intención de indicar el orden en función del ritmo y desarrollo del drama, lo cual no quiere decir que haya forzosamente que leerlos en ese orden, aún cuando es una buena opción.
-¿Es un poemario esperanzador?
-Claro que mi libro tiene un mensaje de esperanza, por eso termina diciendo: “que solo nos quede el amor para contarlo. Así está escrito in nomine patris, Amén”.
-¿Por qué las pausas en su producción literaria?
-Hasta ahora he publicado siete títulos, tres están terminados y esperan ser publicados. Imágenes del suelo (1956), Las distancias infinitas (1958), La vida por los pies (1965), Asuntos (1968), La rara tregua (1972), El Nuevo Reino (1982), un largo silencio editorial de algo más de treinta años porque me intereso más escribirla que publicarla, y en efecto, escribí mi Ars Poética, Extravíos, Amigo mío hermano mío, dedicado a la República del Este, y Poemas de amor en tres tiempos.
-Todo escritor tiene un proceso al momento de escribir, ¿cómo es el suyo y cómo definiría su poesía?
-Pura y simplemente como poesía, sin más. Una elevación de la palabra para expresar una acción o un sentimiento. El proceso es largo y complejo. Una vez escogido el tema comienza un proceso de búsqueda, una selección de las rutas a seguir, una escogencia de las palabras que poco a poco me van llevando al ritmo que ellas deben tener. Ese proceso se repite una y otra vez, hasta que un día aparece de manera natural, llenando todos los espacios. Los que siento como mis mejores poemas han sido escritos sin una tachadura, se desprenden de mi alma cuando ya estuvieron listos para nacer. En mi caso, yo la busco, o ella me busca; a veces quiero tan siquiera rozarla y en ocasiones lo logro cuando estoy en estado de gracia. Mi poesía es el producto de mi formación integral. Trabajo a diario en el lenguaje. Del teatro y el cine, materias que conforman mi mayor conocimiento porque para ellos me formé, he aprendido el valor del monólogo y de la imagen. He aprendido a utilizar el verso como un fotograma. El teatro y la tragedia, en particular, me enseñaron que la palabra tiene un tiempo y un momento para alegrarse y otro para sumarse al susurro o al silencio.
-¿Cuáles son sus poetas preferidos?
– Permíteme hablar por mí, toda vez que mi formación académica verdadera está inscrita en mi permanencia italiana de tantos años, estudiando y trabajando en teatro, cine, y haciendo literatura, debo decir que los poetas que más me ayudaron a develar muchos misterios, después de Whitman, Darío, José Asunción Silva, Vallejo y Neruda, que fue lo que me llevé para allá, han sido los italianos desde Dante, Petrarca y Cavalcanti, hasta Leopardi, Campana, Ungareti, Quasimodo y Montale. También están, por supuesto, Villon, Garcilazo, los poetas del Siglo de Oro hasta Gamoneda, pasando por Machado, Salinas, Lorca, Miguel Hernández, a los cuales se unieron Edgar Lee Master, TS Elliot, y otros que sería largo enumerar.
-¿Algún consejo a los jóvenes?
-Además de leer curiosidades importantes, como la Carta de Rilke a un joven poeta, el ABC de la literatura de Pound y otras reflexiones de grandes maestros, Leer mucho, escribir mucho, romper mucho y pensar mucho.
-¿Qué obra escribe ahora?
-Está en proceso un libro que nació también con su título y se llama El Arte de la Guerra. El tema que aborda es la construcción de la paz; cómo sale la paz de los más destructivos escombros que la intolerancia puede provocar. Cuando escribí La Vida por los pies, ya pensaba en ese tema, porque allí hay un poema titulado Postguerra que dice: “Abrimos de prisa las cajas de colores y como mejor pudimos nos inventamos una paz y una alegría”.
-¿Qué le ha dado la poesía?
-Todo me ha dado todo. La posibilidad de ver un instante en su totalidad, de asombrarme, de ser más verdadero, porque en la poesía no cabe la mentira. Me ha dado visión, reflexión, acción y reposo, y hasta capacidad de perdón. A veces me asalta la idea de que escribir poesía podría ser un vicio absurdo, pero en ello insistiré mientras viva.
-¿Se siente bien consigo mismo?
-Me siento en paz conmigo y pienso que puedo hacer mías las palabras de Cesare Pavese: “He cumplido con mis derechos civiles, he pagado mis impuestos y le he dado poesía a los hombres”.
-¿Qué futuro les ve a los jóvenes que, como en sus versos, han sido sitiados por los esbirros?
-Ese futuro está en manos de ellos mismos. Está en ellos la fuerza para concretar sus sueños, está en su voluntad, en su perseverancia, en su coraje, pero sobretodo, deben creer en ellos. Recuerde siempre que quien tiene sueños de libertad de alguna manera tiene la poesía enlazada a su alma y contra ella no pueden ni la represión, ni las bombas, ni los tiros así sean de gracia, porque contra la poesía no hay fuerza, ni maldad que puedan derrotarla. Si no pregúntaselo a Hikmet, Neruda, Cardenal, Miguel Hernández y tantos otros que supieron como hombres de su tiempo y circunstancia, expresar su resistencia con el lenguaje de la poesía.
-La frase que usa en uno de sus versos: “las calles permanecen oscuras en pleno día”, ¿cree que ambienta el acontecer diario de los venezolanos?
-A pesar de la resistencia ciudadana en las calles, yo diría que sí, porque allí están los muertos de la intolerancia y porque hay una nube negra que amenaza con arrasar con todo destello de luz, que tiene el nombre de totalitarismo.
-¿Qué espera de Estado de Sitio?
-A decir verdad no espero nada de ningún libro. Cumplo con escribirlo y para ello entrego lo mejor de mí; pero no me engaño: vivo en un país en el que un libro de poesía casi siempre, para una gran mayoría, carece de importancia.