Benito Cerati confiesa ser amante de las civilizaciones antiguas y la música vanguardista. Por eso, México y el fallecido músico británico David Bowie conviven en el universo del primogénito del astro del rock argentino Gustavo Cerati y la modelo chilena Cecilia Amenábar.
A México y sus culturas precolombinas les debe la decisión de estudiar antropología, profesión que impactó en su faceta como músico junto a la banda de rock alternativo Zero Kill. En este país concluyó el fin de semana pasado una gira musical que incluyó Uruguay, Chile y Argentina.
A Bowie le concede el mismo lugar privilegiado que ocupa su padre dentro de sus influencias, y la inspiración de su imagen andrógina.
A sus 23 años, Benito Cerati posee una relación larga con la música. Con tan sólo cinco años, participó en «Bocanada», la obra maestra de su padre en su etapa solista. Además, es autor de la célebre frase «Decir adiós es crecer» del álbum «Ahí vamos».
Actualmente, prepara su tercer disco, «Unisex», y México, el lugar que su progenitor conquistó con Soda Stereo cuatro décadas atrás, aparece nuevamente en su mapa creativo.
– ¿Estás fijando tu mirada en México?
Sí, pero por una cosa natural de que México me encanta. La capital es muy cosmopolita, nos sorprendemos constantemente por la cantidad de cosas que ocurren todo el tiempo, así que por ahí en un futuro quién no te dice que tome la decisión de venir a vivir acá.
– ¿En qué etapa de preproducción está lo nuevo de Zero Kill?
Estoy grabándolo en Unísono, el estudio de mi padre en Buenos Aires. Es la primera vez que estoy produciendo solo, así que vamos a ver. Tweety González (colaborador de Gustavo Cerati) me dio un buen empujón en estos dos últimos discos que me permitió tener la confianza para hacer las cosas. Yo diría que es lo mejor que estamos haciendo, así que estamos contentísimos.
– ¿Qué ritmos lleva «Unisex»?
Estamos bastante «nirvanescos» (en referencia al grupo estadounidense Nirvana). Por momentos, hay una sección de cuerdas en el disco que es más (como la cantante islandesa) Björk, con programaciones y voz etérea (…). Son letras más personales, más riesgosas.
– ¿Cómo convives con la música de tu padre en esta etapa creativa?
Es uno de mis ídolos más grandes. La verdad que, tranquilamente, si no me gustara lo diría, pero no sucede.
Obviamente me gustan mucho más unas cosas que otras (…). «Dynamo», fue mi entrada al shoegazing, que es uno de los géneros que más me gustan. Más adelante, todo lo que hizo después. La parte que más me influyó fue «Dynamo», «Colores Santos», «Amor amarillo», hasta «Bocanada» y «Siempre es hoy».
– Además de David Bowie, mencionas con frecuencia al compositor británico Brian Eno como una de tus referencias musicales. ¿Cómo los conociste?
Brian Eno me encanta porque tiene un acercamiento similar al mío. Yo no sé tocar ningún instrumento, sólo sé qué suena bien y qué no (…), no sé leer música, pero es bello, te da una emocionalidad que para mí es necesaria, y de hecho, una de las cosas más fundamentales de la música es que me transmita algo.
A Bowie lo descubrí con «Laberinto» (Labyrinth). Miraba esa película cuando era niño, sin saber que era él. Tiempo después estábamos en Uruguay, era 2006, y sonó «I’m Afraid of Americans» y me voló la cabeza.
– ¿Cómo ha sanado la música tu vida, tras dos pérdidas tremendas en un lapso de tiempo muy corto?
Mi abuela materna es una de las personas a las que más quise, junto con mi padre. En 2015 ella falleció y fue lo que impulsó «Alien Head».
Por alguna razón, la de mi padre fue una pérdida más hacia adentro, una cosa más personal, era más chico igual.