Cristo tuvo sus discípulos: al comienzo hubo 72. De entre esos 72 escogió a los 12 Apóstoles. Y ¿quiénes son sus Apóstoles hoy? El Papa, los Obispos, los Sacerdotes. ¿Y quiénes son sus discípulos hoy? Pues todos los bautizados que desean seguir a Cristo.
Y a todos, sacerdotes, religiosos y laicos, el Señor nos anuncia persecuciones. Nos guste la palabra o no, el hecho es que Cristo no ofrece a sus seguidores una vida cómoda y libre de sufrimientos. Muy por el contrario: varias veces nos habla de la persecución a la cual puede estar sometido el cristiano que le sigue y da testimonio de El.
Una de estas citas (Mt. 19, 17-33) aparece en la Biblia Latinoamericana con un elocuente subtítulo: “Los testigos de Jesús serán perseguidos”. El Señor comienza por anunciar persecuciones de parte de los gobernantes. Nos dice que no nos preocupemos cuando se nos juzgue, pues “no van a ser ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre hablará por ustedes”. Luego pasa a anunciar la persecución de que seremos objeto por parte de los nuestros, de nuestra propia familia. Y termina sentenciando: “A causa de mi Nombre, ustedes serán odiados por todos, pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará”.
Las palabras del Señor son muy claras: que no temamos a los hombres, que no tengamos miedo de predicar, de pregonar todo lo que El nos ha pedido, que no nos preocupemos por las persecuciones. Que nos fijemos en los pájaros que vuelan: ni uno solo cae a tierra si no lo permite el Padre Celestial. Que en cuanto a nosotros, el Padre nos tiene tan cuidados y vigilados que cada cabello de nuestra cabeza está contado. (cf. Mt. 10, 26-33)
El“Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”muchas veces se interpreta, pensando que se refiere sólo a los que se les sigue juicio o están en las cárceles justa o injustamente. Pero se olvida que “justicia” en el contexto bíblico significa “santidad”.
Fijémonos que esta Bienaventuranza es la última de todas y es la única que el Señor explica con más detalles. Así continúa el texto: “Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el Cielo.” (Mt. 5, 10-11).
Sin embargo la bienaventuranza de los perseguidos no significa que no sintamos dolor, que no podamos asustarnos en algún momento… aunque sabemos también que Dios da fortaleza especial ante las persecuciones. El Señor no nos pide que llamemos gozo a lo que es dolor, ni nos pide que seamos indiferentes hasta el punto de no sufrir nada. Lo que nos dice es que confiemos que el Padre cuida directamente a todo aquél que es verdadero seguidor de Cristo… a tal punto que ¡hasta tiene contado cada cabello de nuestra cabeza!
Esa confianza plena en Dios nos hará fuertes en las luchas y en las persecuciones. Esa confianza en El la necesitamos para llevar su Palabra a donde El lo requiera y a quien El disponga -sin importarnos el riesgo que esto pueda significar.
Y el premio que El nos promete es nada menos que el Reino de los Cielos, la Vida Eterna en gloria con El, para siempre.