La escasez de alimentos sale cara, desde el punto de vista humano. También la inflación, no solo por lo obvio que es que los precios suben, sino por el elevado precio en términos de la vida de las personas que cada una de éstas y la sociedad que juntas forman, acaban pagando.
Recientemente Caritas de Venezuela presentó su informe sobre desnutrición de la población infantil. Fue noticia en muchas partes del mundo que este país rico en recursos naturales y hasta no hace tanto considerado pionero en políticas sociales registre hasta abril de este año una desnutrición infantil del 11.4%, lo cual supera los niveles internacionales establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Susana Raffalli, experta en la materia y vocera de la organización, declaró que “El Estado debe resolver la escasez de alimentos o de lo contrario, las cifras de desnutrición para el cierre de 2017 serán aún más alarmantes”. Ya hemos roto pasado el umbral del 10%, con lo cual pasamos de alarma a crisis. La tendencia, y por eso preocupa, es de un aumento de 0.8 a 1% por cada mes.
Caritas es una organización privada de laicos ligados a la Iglesia Católica, con un prestigio bien ganado, en nuestro país y en el mundo entero, por su humanismo y su profesionalismo. Los datos presentados son de Zulia, Vargas, Miranda y Distrito Capital, me pregunto cómo será la situación en las regiones más pobres como Amazonas, Delta Amacuro, Apure, Sucre o Trujillo. ¿Cómo será la diferencia entre las zonas rurales y las urbanas? ¿Cómo se combina todo lo anterior con los indicadores de salud que no hace tanto fueron noticia con motivo de la publicación por parte de la ministra de salud de informes internacionales que le valieron su remoción del cargo?
La misma doctora Raffalli dijo que la atención pronta de este gravísimo problema puede permitirnos recuperar peso en los niños, pero que “Si la desnutrición ocurrió antes de los dos primeros años hay daño cognitivo, metabólico y afectivo”.
Antier atendí una invitación de la Cámara de Industriales de Lara para presentar el libro La Nueva Economía Venezolana. Ante el colapso del socialismo rentista. La grave crisis económica venezolana tiene solución. No estamos en un callejón sin salida. El rumbo declinante de nuestra economía puede cambiar con decisiones de política pública acertadas implantadas con determinación, sensibilidad social, realismo.
Las políticas económicas no están desligadas de ese dramático panorama que puede leerse en el informe Saman de Caritas (Sistema de alerta, monitoreo y atención nutricional). Ese cuadro es el resultado de políticas erradas con un destructivo impacto en la producción primaria, industrial, así como en el poder adquisitivo de los habitantes del país, con efecto nocivo para el comercio y los servicios. Ni empresarios, ni trabajadores, ni consumidores se benefician de sostener estas líneas torcidas. Por esas razones, esencialmente humanitarias, es que resulta imperioso cambiar. La indispensable reforma económica debe ser creíble por lo que proponga y por quienes la adelanten, y eso no se logra con el actual elenco, responsable de que Venezuela pague tan caro sus decisiones económicas. Esa es la verdad.