Dos palizas y dos cierres para el recuerdo

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La historia reciente de Guaros de Lara ante Cocodrilos de Caracas era adversa, en especial en postemporada. En 2014, Néstor Colmenares guiaba a la eliminación a los crepusculares, aún como jugador de los saurios, al hundirlos con una cesta, sentado desde el suelo, aquel inolvidable 10 de mayo, para una victoria capitalina por 80-79 en el Domo Bolivariano.

El año pasado, en el arranque de la final de Conferencia Occidental, en el estreno de este formato, los Guaros caían dos noches seguidas en casa, a causa de pérdidas de balón en la última jugada.

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En el primer juego Carl Elliott le robó un balón a Tu Holloway para ganar, 99-97 y la noche siguiente, fue Damien Wilkins a quien Lenín López le robó la cartera para robarse otra victoria, 95-94.

Para agregarle más drama al asunto, Andre Emmett, con cinco décimas de segundo, metió un triple al filo de la chicharra que, tras una polémica revisión en video, no fue validado y Guaros se quedó con las ganas.

Significaba aquella barrida que se completaría luego en El Paraíso (0-4), el final de la era de Néstor “Ché” García, y antes de aquel cuarto juego, dos importados (Tu Holloway y Dewarick Spencer) fueron cesanteados.

El deporte da revancha

Un año después, dos palizas y dos cierres para el recuerdo. Una venganza consumada y muchos paralelismos. Esta vez sería Cocodrilos el que se llevaba dos golpes de visitante mediante enormes esfuerzos, 108-89 y 110-92.

La conexión entre Nate Robinson y Gregory Echenique fue muy cruel en ese primer zarpazo, además de 13 triples, 27 asistencia, hasta 47 rebotes y seis jugadores con doble figura en ataque. En el segundo, otro festival de asistencias (25) y el trabajo mancomunado de Robinson y Guillent (47 puntos) señaló el camino contra un quinteto que decidiría despedir al exNBA panameño Gary Forbes tras dejarlo toda una primera mitad sin jugar.

Guaros se guardó lo mejor para el final. En el tercer juego, cuando parecía que se repetía la historia y Nate Robinson iba a perder un balón en la última jugada, abajo por dos puntos, apareció Heissler Guillent para recibir muy lejos del aro y, con menos de un segundo en el reloj, ganar el tercer duelo, 93-92, gracias a un heroico triple.

Y luego, para ponerle la guinda al pastel, en una noche de copiosa lluvia y hasta un apagón por problemas de fluido eléctrico que sirvió de presagio, Luis Bethelmy, uno que había jugado para sus colores, “embarrialó” el pantano con un rebote ante un triple errado por José Vargas, con el juego empatado 95-95, y pasó la escoba con su canasto doble. ¿Cómo no decirlo? Pasó un “Tsunami” a rematar la faena.

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