Para mi resultó asombroso que se convocara a una procesión de la Divina Pastora como la vivida este pasado jueves 15. Está bien, comenté varias veces, pero seguro que sólo traerán a la Virgen a la Catedral, habrá misa, pediremos por Venezuela y la regresarán a Santa Rosa. No, me dijeron, llegará el día anterior a la iglesia Claret y el jueves, como un 14 de enero irá en procesión hasta la Catedral. Eso es riesgoso, insistí, porque nunca habrá el mismo volumen de personas que un 14 de enero. A medida que se acercaba el día, comencé a convencerme que habría otro 14 de enero en junio. Lo que ocurre en Venezuela preocupa a todos y nadie resiste esta crisis que no solo es política y económica, sino social y humanitaria. Venezuela pasa hambre, necesidad de los servicios más elementales y nos están matando a los jóvenes que salen a manifestar, a protestar, ejerciendo un derecho establecido en el artículo 68 de nuestra Carta Magna.
Este 15 de junio hubo otro 14 de enero, excelente, adicional. Hecho inédito en Barquisimeto. Salimos a suplicarle a la Virgen el fin de otro cólera. Un cólera moral, político, social. Vi por las calles los mismos ríos de gente, esta vez angustiada pero esperanzada, no hubo gaitas, ni templetes, ni bailes de ninguna naturaleza, sólo vi a nuestra gente rezando, pidiéndole a Dios el fin de este cólera del siglo XXI. Vi en el rostro de los muchachos una especie de disposición a ofrecerse como última víctima del cólera producido por un gobierno escandalosamente cruel y violento. Caminé con mi esposa y mis hijos toda la procesión, desde la avenida Morán hasta la Catedral, vi a los de la urbanización Sucre valientes y guerreros, dispuestos a seguir en la lucha. Vi a los de Valle Hondo, tristes por sus vecinos caídos y por los heridos y perseguidos, vi a los muchachos de nuestras universidades elevando cánticos religiosos, vi a personas de la tercera edad desgranando sus rosarios, pensativos y expectantes. Vi sacerdotes, religiosos y religiosas, encabezando grupos de oración. Nadie se refería a otra cosa que al amor a la Virgen María. Nos ha faltado sacrificio, solidaridad con los que menos tienen, oración y más amor a Dios, por eso hemos sufrido tanta maldad en esta trágica época. Y no es que sea un castigo, es que al alejarnos de Dios que es el Bien, nos acercamos al mal, que conduce a grandes tragedias.
Venezuela sufre problemas sociales, económicos, políticos, consecuencia de una grave crisis moral. Falta integridad, rectitud, honestidad entre nosotros. Sólo si volvemos la mirada a Dios y a su Madre Santísima la Divina Pastora, podremos sacar el país de este insoportable atolladero. En una familia donde predomine el alcohol, la vagancia, el odio, la mentira, la promiscuidad, será difícil salir adelante. Familia venezolana, sólo con Dios hace feliz, porque Dios es amor. Qué esperanzador fue este 14 de enero en junio.