Paúl Montiel: Hombre de titanio, corazón filántropo

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Paúl Montiel es su nombre, pero ahora lo llaman El hombre de titanio, como fue bautizado por un periodista zuliano. Para él la discapacidad no es física sino mental, una valiosa lección que aprendió al pasar por una transición que le dejó unos cuantos aprendizajes que cambiaron la forma en la que ve la vida.

Quererse a sí mismo

Todo ocurrió hace 23 años, para ese entonces este personaje tenía 23 años. Montiel se encontraba en un puesto de comida rápida en su ciudad natal, Maracaibo. Un vehículo estaba a punto de chocar con el puesto de arepas donde él estaba, notó que un señor que tenía enfrente resultaría lesionado y se paró de su silla para auxiliarlo; efectivamente logró salvar al ciudadano, pero en el momento en que corrió por su vida, su pierna quedó atrapada en una alcantarilla sin tapa y el rin del vehículo que se había soltado le cortó su pierna derecha.

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En su vida comenzó un proceso doloroso de recuperación. Le colocaron una prótesis de titanio en su pierna derecha y logró salvar su pierna izquierda luego de combatir contra una fuerte bacteria y con la ayuda de 82 clavos. Aunque los médicos le aseguraron que tardaría dos años en volver a caminar, a los nueves meses ya se encontraba dando conferencias de cómo subir escaleras con miembros amputados.

Al momento que ocurrió el accidente Paúl tan solo tenía una semana divorciado y no contaba con seguro médico. Recuerda que la vida le dio varios golpes, por lo que cayó en depresión, empezó a abusar del alcohol, las drogas, las mujeres e incluso engordó 40 kilos; asevera que tocó fondo y duró cuatro años con este estilo de vida.

Una tarde se quedó dormido en la jardinera de su edificio porque el ascensor se dañó y no deseaba subir escaleras. Lo despertó la joven que se convertiría en su esposa.

Recuerda que en su vida se despertaron las ganas de volver a recuperarse. Una madrugada cuando regresaba a su casa y vio a su hija menor en la cuna, pensó: “Si no me puedo querer a mí mismo, no puedo querer a nadie”. Decidió que era momento de amarse y darle lo mejor a sus hijos Paul, Nicole y Andrea.

“Cuando tienes una pérdida física, emocional, sentimental o económica, la palabra mágica se llama aceptación. Cuando se acepta eso pasa, es donde empiezan los cambios. A raíz de allí dije: voy a quererme a mí mismo para querer a los demás.

Paúl antes del accidente era cinturón negro de taekwondo y siempre fue deportista. Retomó sus hábitos saludables y con el pasar del tiempo recuperó sus condiciones. Y se dijo a sí mismo que lo que tenía no era una discapacidad, sino una condición especial, porque la verdadera discapacidad está en la mente. “La gente dice que el destino está escrito, pero eso es falso, porque el destino tú lo tienes en tu mano, o te hundes o sales hacia delante”.

Sin limitaciones

Paúl desconocía que hace un año sería reconocido por todo su esfuerzo al no dejar que los impedimentos lo detuvieran. En el 2016 fue invitado a participar en el festival Maracaibo Gatorade Rock, donde le tocaría formar parte de una caminata de 10 kilómetros; a pesar de que no podía mantenerse más de 20 minutos en una caminadora sin que los clavos le causaran dolor, dijo que sí por ser un hombre de retos.  Relata que en el tercer kilómetro los clavos le molestaban y deseaba parar, pero destacó que Dios tiene destinado para las personas cosas que ni siquiera se esperan. “Me encontré con una señora en una silla de ruedas que tenía mucho talento, pero no el equipo idóneo para andar, decidí ayudarla y llevarla. Luego de tanto esfuerzo y a pocos metros de la meta, se me partió la prótesis a la mitad, por lo que llegue brincando con la prótesis en la mano”, expresó. Comentó que no había sentido todo lo que había impactado a los espectadores y que incluso un periodista lo bautizó como El hombre de titanio en un reportaje acerca de su vida.

Paúl igualmente ha participado en competencias en alta mar, donde ha durado más de una hora y 40 minutos nadando, dando lo mejor de él.  Al notar que su testimonio puede ser un ejemplo, decidió que se encargaría de motivar a la gente; a todos aquellos que el miedo los detiene porque piensan que no son capaces de lograr lo que desean por alguna contrariedad, o que simplemente no luchan estando completamente sanos.

Desde entonces lo empezaron a llamar para dictar charlas motivacionales. Paúl relata que no es un coach y que solo motiva contando sobre su vida, porque para él lo importante no es caerse, sino levantarse. No cobra absolutamente nada por su aporte, en cambio, le pide a las empresas o instituciones que lo solicitan, que donen sillas de ruedas, medicamentos, prótesis u otros insumos a los hospitales o a cualquier organización necesitada que se encargue de atender personas con impedimentos o enfermedades. Él llama a sus colaboradores ángeles de silencio y agregó que no va a parar hasta que este proyecto crezca más y más, y las personas continúen sumándose.“No todo es dinero. Podemos colaborar al ir a un hospital a darle una caricia a un niño, una palabra de aliento, pintarle la carita, darle un abrazo o gesto de cariño a algún señor en la calle”.

Este jocoso y abierto personaje recordó la importancia de la autoestima para poder alcanzar y lograr todas las cosas. Relató entre risas cuando se vistió con un tutú en una clase de ballet para que una pequeña niña que tenía el dedo doblado entendiera que eso no era un impedimento para ella, puesto que se sentía insegura.

“Tratamos de crecer y con el ejemplo transmitirlo. Si Dios quiso que uno fuese un soldado lo haremos con pasión real. Querer es poder porque todo es actitud y el peor de los enemigos es el miedo (…) Entonces, ¿Cuál es tu excusa para no hacer lo que deseas?”

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