Como si fuera temporada de futbol cuando todos sabemos de goles, penaltis y posiciones adelantadas, hoy los venezolanos andamos en profusos análisis de dogmática y procesos constitucionales. Hacemos colas para firmar adhesiones, recursos autónomos y ya estamos para entrarle de frente a las recusaciones. Algo estupendo porque nada mas enaltecedor para un ciudadano que abrazarse a la paz y convivencia mediante el sano y pulcro ejercicio de las leyes.
Por otra parte estamos percolados de análisis estratégicos diversos, unos infusos y escritos con el vuelo vulcanico de Sung-Sung o Clausewitz y otros más epiteliales pero igualmente sentenciosos en cuanto a sus conclusiones escatológicas. Lo cierto es que montados en la montaña rusa de la incertidumbre subimos y bajamos a velocidad de vértigo dentro de la franja emotiva que tiene como cumbre una victoria con trompetas y en el foso un caldero infernal de malos presagios.
Lo molesto de este escenario social que nos contiene es que no tiene una puerta de escape a la vista del público, precisamente porque ya es imposible asistir a esta tragedia como simples espectadores porque la Historia nos ha dado papel de actores principales y de acuerdo a nuestros desempeño podremos mantener el eje de nuestra autonomía vital, lo que incluye por debajo de la dignidad personal, el carro, la vivienda y los ahorros como cristalización del trabajo y del esfuerzo.
El problema es que mientras consumimos a diferentes dosis informaciones y pronósticos la mente se nos convierte en una madeja de propuestas de acción múltiple y mientras escogemos entre ellas el tren suicida de la Constituyente se abalanza sin freno hacia el corazón de nuestra cotidianidad. Y ese pensar y repensar que hacemos es nuestro principal enemigo porque le regala tiempo al huracán comunista que arrancará de cuajo las bases constitucionales de la República de Venezuela.
En el fondo y esencia el asunto es muy simple. Un gobierno que no llega al 10 por ciento de apoyo y un muy claro y visceral rechazo del resto de la población, decidió que no puede realizar elecciones de ningún tipo y amparado en las armas de los militares optó por montar un monumental fraude sin parangón histórico para asesinar la Democracia e instalar entre nosotros una República al estilo de Cuba o Corea del Norte. Así de simple, así de sencillo.
Pero es tan grande la apuesta que casi la mitad de los venezolanos no logran digerirla. Algunos piensan que con la abstención pueden evitar la Constituyente, otros que al elegir gobernadores o alcaldes se sacaran el clavo de la trampa, otros es su mayoría esperan que pasada la actual crisis política regresaran a la normalidad de su trabajo y de sus sueños. Ninguno de ellos saben que el primero de Agosto despertaran sin Asamblea Nacional, ni Poder Judicial, ni Poder Electoral, ni gobernadores o alcaldes, que ese día estaremos bajo el mando absoluto de 500 personas seleccionadas de las listas de militantes más aguerridos y radicales del PSUV. Es muy simple.
La única opción que queda es salir a la calle de manera pacífica, organizada, democrática y disciplinada a detener la barbarie que nos amenaza. Estando masivamente en la calle no podrán imponer su Constituyente comunista porque ejerceremos nuestro poder soberano sin delegación ni intermediarios y tendrán que ceder ante la inmensa mayoría que somos. Es muy simple.