De una injustificada represión contra manifestaciones pacíficas convocadas por la Mesa de la Unidad Democrática, para expresar su repudio a la violación de la Constitución Nacional por parte del Ejecutivo y los Poderes Públicos que controla, los aparatos represivos han pasado al allanamiento de múltiples hogares e incluso varios edificios habitados por sectores populares, atropellando y deteniendo a jóvenes luchadores democráticos, señalados por los llamados “cooperantes” del gobierno, como protestatarios que dirigen las movilizaciones pacíficas contra la Constituyente mussoliniana de Nicolás Maduro.
La aplicación de un verdadero terrorismo de Estado, es un claro indicador de lo que serían las posibles consecuencias represivas de aprobarse una Constituyente Comunal al estilo de la Cubana y de las peores del mundo comunista como el de Corea del Norte. De allí la protesta de más del 80% de los venezolanos contra las intenciones de Maduro y su camarilla cívico militar, de perpetuarse en el poder, por temor a perder los privilegios que han obtenido del ejercicio de una administración pública que les ha permitido enriquecerse ilícitamente de la noche a la mañana.
La represión del gobierno llega a tales extremos que atropellan todo el Ordenamiento Jurídico del país y los Tratados Internacionales, firmados por nuestra nación, afirmando que toda su política está orientada a defender la paz. Sin duda que pretenden imponer una paz del silencio, de la autocensura, del miedo, pero que está siendo resistida por la sociedad democrática.
La experiencia mundial de los regímenes totalitarios, comunistas y fascistas, revela que para mantenerse en el poder, contra la voluntad de sus pueblos, utilizan todos los métodos represivos posibles, acusando a la oposición de fraguar actos de terrorismo, atentados a altos funcionarios y hasta golpes de Estado, algo que sólo los que tienen las armas legales o ilegales, pueden acometer. Pero frente a estos regímenes represivos, también existe una experiencia histórica. Los pueblos se han levantado en protesta masiva, hasta logar un cambio democrático, bien por la negociación o por el derrumbe de los gobiernos totalitarios.
Las negociaciones se han producido cuando los bandos en pugna, llegan a la conclusión de que ninguno puede imponer su política por sobre la voluntad y decisión del otro de resistir por tiempo indeterminado. En la Venezuela de hoy, los hechos indican que el gobierno tiene el repudio de más del 80% de los ciudadanos, que han perdido el apoyo popular y que lo único que le queda es la fuerza bruta, que le otorgan un Al Mando Militar, los órganos represivos como la Policía Nacional, la Guardia Nacional y los paramilitares que denominan colectivos armados. La oposición posee el apoyo mayoritario del pueblo, el respaldo internacional de los gobiernos y sectores democráticos del continente americano y de la Unión Europea. Tiene la fuerza moral, ética y legal que le asigna u otorgan la tradición y la convicción democrática de u pueblo que quiere vivir en libertad.
Hasta ahora, la represión sin límites ejecutada por el gobierno, no ha podido doblegar la férrea voluntad de lucha sin tregua de la oposición. Pero ésta no ha podido alcanzar el cambio que exige la inmensa mayoría de la nación. Todo parece señalar que se requieren, la incorporación de nuevos factores de poder tanto nacionales como internacionales, para una solución a la presente crisis, favorable, en el marco de la Constitución Nacional, a todos los venezolanos.