Venezuela se caracterizó por ser una de los países latinoamericanos con mayor frecuencia sexual y, por ende, alegre. Hace 10 años, la frecuencia de encuentros sexuales entre las parejas venezolanas era de por lo menos tres a la semana y en la actualidad con suerte solo tienen uno. Los datos corresponden al análisis de la sexóloga y psicóloga Cecira Briceño acerca de cómo la situación social del país ha afectado la intimidad y, en consecuencia, la salud emocional de las personas.
“Esta situación de adversidad psico emocional ha hecho que hasta debajo de las sábanas de los venezolanos la crisis ha llegado. Esto quiere decir que la población venezolana está afectada desde lo emocional, lo espiritual, lo económico y sexual. En la vida sexual denota de salud mental y es por eso importante hablarlo. La salud emocional se ve perturbada reflejándose en los niveles de frecuencia sexual, que han bajo de manera abrupta”, explica la especialista.
Entre los jóvenes ha disminuido la intimidad porque una importante porción se abstiene por la falta y altos costos de los métodos anticonceptivos; mientras que a los adultos los afecta la ausencia de ganas. Esta conducta, al modo de ver de la sexóloga, pareciera ser un “aplanamiento del disfrute” y es comprensible dadas las circunstancias sociales actuales.
La complejidad de la crisis que arrastra la nación más allá de lo que está a simple vista ha traído repercusiones inusuales como el hecho de que no solo sean las mujeres las que sienten menos deseo de tener relaciones sexuales, sino que ahora se presenta de forma atípica que la población masculina tampoco lo siente porque los dominan las preocupaciones, la tristeza y tienen poca energía, resalta Briceño.
El tema económico, añade la psicoterapeuta, también ha influido. “El ir a un hotel, cuyo precio está entre los más económicos 8 mil bolívares, las parejas dicen ‘no, con estos 8 mil compramos pan y queso y nos comemos un sándwich’. Entonces, se ha perdido el erotismo, la picardía, los deseos de tener detalles, porque sencillamente hay dificultades económicas”.
Las consecuencias de tener una vida sexual poco activa puede deteriorar las bases del matrimonio por las discordias entre la pareja. Psicológicamente, puede haber dificultad para que afloren las emociones positivas, apatía para el disfrute, mal humor, menos tolerancia, desmotivación, poca productividad laboral, insomnio, ansiedad, intranquilidad y a nivel fisiológico dolores de cabeza, de cuello y en los miembros inferiores, enumera Briceño.
Para evitarlo la experta recomienda hacer ejercicio y“entender que la vida sexual no es un pecado, es alimento de la vida”.
Briceño hoy sábado dirigirá el taller Sexológicamente hablando, dedicado a las mujeres. Será a las 4.00 de la tarde en un restaurante ubicado al lado de la Clínica de Mamás. La información para participar está publicada en la cuenta de Instagram @Dracecirapsicologa y en Twitter @cecirab.