Mientras estaba entre las barricadas instaladas en la avenida Hermann Garmendia, al este de Barquisimeto, ayer aproximadamente a las 3.00 de la tarde, se derrumbó herido Nelson Daniel Arévalo Avendaño, un manifestante de 22 años y estudiante del último año de Derecho en el Universidad Fermín Toro (UFT). Cruzó la emergencia de una clínica privada ubicada en el centro de la ciudad sin signos vitales. Su muerte es la décima vinculada con protestas en Lara.
Quienes vigilaban el trecho comprendido entre la UFT y el puente Guardagallo, en la Hermann Garmendia, vieron llegar civiles armados con cohetes. Los autodenominados “escuderos” se formaron para repeler la agresión. Arévalo se separó de la línea de los “escuderos” unos pasos hacía adelante cuando, de pronto, se desplomó malherido, cerca de la sede de El Ujano del Servicio Administrativo de Identificación Migración y Extranjería (Saime).
El ministro para Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Néstor Reverol, escribió en su cuenta de Twitter, anoche, que el estudiante universitario había fallecido por la manipulación de un mortero cuando participaba en una “manifestación violenta”. “Testigos denuncian que el artefacto le explotó encima”, publicó en otro mensaje en la red social.
Antes de que el ministro Reverol atribuyera la muerte de Arévalo a la explosión, circulaba la hipótesis de que la causa de muerte era esa o por una metra. Pero, algunos vecinos del Club Hípico Las Trinitarias afirmaron que lo habían asesinado con un arma de fuego. “Fue un tiro. Era un hueco lo que tenía aquí –dijo una mujer señalándose el lado izquierdo del cuello-, no tenía quemaduras en las manos, ni en el cuello, en ninguna parte. Un tiro, le dieron un tiro. Eso no lo pueden negar nadie, ni la clínica puede hacerlo, fue un tiro de esos desgraciados. En este país, por el amor de Dios, nos están matando a los muchachos”.
El cuerpo se lo llevó una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) del centro asistencial privado sin la presencia de ningún fiscal. “En el Cicpc le hacen las mil ‘marramuncias’ y después lo llevan allá (morgue) para decir que fue un mortero, que el mismo se disparó…”, denunció la misma ciudadana al ver que los detectives introdujeron el cadáver en la furgoneta.
Por otro lado, compañeros de protesta de Arévalo creen que la supuesta arma la accionaron desde el interior del Saime, donde ayer había resguardo de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
El Ministerio Público comisionó a la fiscal 6º del estado Lara, Luz Marina Araujo, para la investigación del caso-
“Me cansé de tener miedo”
Ejercer el derecho de la protesta como medio de expresión del descontento por aquello que sentía le afectaba como ciudadano era una actividad frecuente para Arévalo desde 2014. En aquel entonces, mencionó una amiga del joven, estuvo a punto de ser detenido injustamente.
Era capaz de dormir solo tres horas al día apoyado en el tronco de un árbol solo para satisfacer sus convicciones de lucha. Citó la muchacha que Arévalo dijo hace poco: “Yo me voy a quedar, porque si nosotros empezamos esto y animamos a los muchachos no es justo que después de que estuvieran aquí como carnada cada uno se vaya a su casa”.
“Él estaba seguro de que esta era la parte final del Gobierno”, pronunció quien no pocas veces lo había escuchado hablar de las razones por las cuales salía a la calle. Como ella lo recuerda, se había ganado el respeto de sus pares porque era el más disciplinado. “Decía que tenía que valer la pena, porque se había peleado con toda su familia, se había salido de la universidad, casi lo botaban del trabajo…”, rememoró.
Arévalo, a quien también llamaban Dominic, solía estar al frente de las protestas. “Estamos conscientes del riesgo que corremos, podemos caer presos en cualquier momento o morir en la batalla, pero daremos lo mejor de nosotros y no abandonaremos la pelea hasta que tengamos el país que deseamos”, declaró a EL IMPULSO, el 26 de mayo.
Más recientemente, el 5 de junio, estuvo presente en la avenida Lara con Bracamonte cumpliendo las 12 horas del plantón nacional. Ese día, solo con los ojos grandes y claros a la vista, pues una franela ocultaba el resto de sus rasgos, dijo a este mismo medio de comunicación que había participado en casi todas las manifestaciones convocadas. En una oportunidad, nombró, en la avenida Lara con Leones un funcionario castrense le arrebató la cámara con la que registraba la protesta. No lo denunció porque temía que no se hiciera justicia y, en cambio, tomaron sus datos para perseguir a su familia.
“Me cansé de tener miedo”, soltó convencido aquel día. Y afianzó: “Que la agarren conmigo, no tengo miedo, que me maten, me lleven detenido, pero no con mi familia”.
El muchacho además de estar a punto de graduarse como abogado había comenzado a estudiar Comunicación Social. Estaba domiciliado en una urbanización del este de la capital larense junto con un pariente. El resto de su familia reside en el municipio Morán.