La Vinotinto teñida de finalista

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La Vinotinto, añeja y centenaria, ajada en su devenir por la ausencia de buenos resultados, ahora, empujada por los impetuosos “chamos” de la Sub20, en plena rebelión y ebullición épica, bifurca su camino al tener un sorbo de gloria en su garganta, en ración inédita de la historia, al posicionarse como finalista de la Copa Mundo que se disputa en Corea del Sur luego del triunfo por vía de penales (4-3) ante Uruguay, su caro contendor en la madrugada del jueves.

La línea gruesa, esa que limita un antes y un después, se trazó al despuntar el día cuando Wuilker Fariñez, uno de sus héroes, como una gacela sobre su presa atajó el tiro de Nicolás de la Cruz lanzado desde el punto penal para sentenciar el encuentro.

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El golero criollo, virtuoso en todas las exigencias, luego de la acción, con la mirada clavada en sus compatriotas, dejó claro que no entendía lo sucedido hasta sentir el aluvión de la corajuda tropa criolla que lo atenazaba en sus fauces para hacerle ver la grandeza de su proeza.

Antes, Samuel Sosa, otro de los héroes del día, utilizado en recambio por el técnico Rafael Dudamel, en la agonía de los noventa minutos, cuando el ahogo de las esperanzas parecía encajarse en las filas venezolanas, de zurda, con pelota quieta, empujado por los dioses, dibujó con su tiro una semicircunferencia y así la esférica se incrustó con potencia y vehemencia en la valla rival para sumergirla en el tirano destino.

El gol de Sosa, además de brindar el empate (1-1) alargaba el choque hasta los 120 minutos y daba justicia a lo sucedido en el terreno, porque Venezuela, con mayor volumen de fútbol, estuvo abajo por el auxilio de la tecnología, cuando el principal, a sugerencia del cuerpo técnico charrúa, revisó el vídeo (VAR) de una jugada que siempre será dudosa, pero que en ese momento fue sancionada como pena máxima, castigada con éxito por De la Cruz.

Tiene Venezuela ahora por delante un solo escalón y será el domingo, también en la madrugada cuando vaya a la disputa final frente a Inglaterra, que en los últimos treinta minutos sepultó las ambiciones de Italia al vencerlo 3-1, después de estar abajo desde las fracciones iniciales.

Envión criollo

Fiel a su transitar en la actual Copa Mundo, Venezuela asaltó con su fútbol colectivo al equipo uruguayo desde el pitazo inicial cuando Ronaldo Lucena inquietó con un tiro desde la media distancia. Era un asomo de lo que venía.

El referente nacional estaba en Alberto Peñaranda mientras Ronaldo Peña, de nueve en la casaca, basculaba por las bandas, especialmente por la derecha en el intento de juntarse con Sergio Córdova.

Esa ración de buen fútbol, de buena sorpresa en lo táctico, aunque sin tiros certeros, ahogó a los charrúas por los primeros veinticinco minutos cuando no se les permitía pensar y mucho menos accionar.

Sobre la media hora los sureños, de casta mundialista tanto en adultos como en la mayoría de sus categorías, reaccionaron para tomar los hilos del partido y se encimaron sobre la valla venezolana para inquietar y exigir a Wuilker Fariñez, especialmente en los remates venenosos de Marcelo Saracchi y Nicolás Schiappacasse, con los que Uruguay pudo haber concluido en el dominio de las acciones.

Calco nipón

La acción efectiva de los charrúas para soltarse del dominio criollo se dio cuando el técnico Fabián Coito, en calco de lo dispuesto por Japón en su andamiaje defensivo, pudo atenazar los movimientos de Peñaranda y Peña, mientras que Sergio Córdova facilitaba la acción enemiga al no tener una buena jornada sin poder juntarse con sus compatriotas.

También, Venezuela presentó ausencias obligadas (acumulación de tarjetas amarillas) en sus líneas como el caso de Williams Velásquez, habitual central y de gran entendimiento con Nahuel Ferraresi y José Hernández, lo que dejó fisuras, aprovechadas al máximo por el enemigo.

Así la acción de la pena máxima en la fracción 49, mazazo que por momento aleló las filas nacionales, amen de la tarjeta amarilla a Yangel Herrera que lo condicionó en su accionar cuando quería llevar el equipo hacia adelante desde el sector medular.

Cierre de aplomo

En la búsqueda de fórmulas que llevaran a la paridad, la inclusión atinada de Soteldo, Sosa y Hurtado rescató el juego colectivo de las filas nacionales y así, pese a la desventaja, en los diez minutos de cierre, con aplomo y orden, una y otra vez sobre el arco de Santiago Mele hasta que se dio la falta sobre la cabecera del área grande, con el ángulo perfecto para Sosa, quien no lo desaprovechó con las consecuencias referidas, sin obviar que Federico Valverde, en una de sus incursiones estuvo a punto de conseguir un gol olímpico, salvo que, Fariñez, de gran compás, sobre el riel de la victoria, con las piernas totalmente abiertas pudo salvar la acción con la derecha.

 

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