En tiempos de descanso como el actual por motivos ajenos a mi voluntad, me he puesto a leer el libro Confidencias Imaginarias de Juan Vicente Gómez de la autoría de Ramón J Velásquez; y quiero compartir con ustedes algunos conceptos expresados en este importante libro de tal manera de tomar lo positivo dentro de estas reflexiones en especial a lo que es el paso de una dictadura a una democracia en donde se hace esta pregunta: ¿“Para que entonces los viejos grillos de la tortura gomera?; y se dan la siguiente respuesta: No es sembrar cenizas, ni negar el progreso de la sociedad venezolana anotar estos hechos y plantear estos interrogantes. Es falso que en el campo de la política las sociedades sigan una línea recta, en ascenso hacia planos definitivamente superiores, sin posibilidades de retroceso. No es verdad que las naciones por el simple hecho de que concurran a los comicios cada determinado número de años vayan disparadas como una flecha hacia la altura.
La democracia como sistema aplicado al gobierno de los pueblos no puede justificar su papel con la simple construcción de bloques de viviendas, reparto de haciendas, reparto de créditos, retiro de las tropas a los cuarteles y su reemplazo en el ejercicio del poder por los comandos partidistas y sindicales y por el rotatorio predominio de las camarillas de amigos del gobernante de turno. La democracia es ante todo y debe ser un estilo de vida nacional caracterizado por el riguroso equilibrio de cargas y ventajas entre los distintos sectores sociales y económicos, el mantenimiento del orden institucional y la sanción efectiva de quienes caen en faltas y delitos sin tener que acudir a la amenaza de cortar manos como lo ofrecen hoy al mundo los antiquísimos y muy modernos caudillos del Medio Oriente, tan ligado ahora a nuestra suerte nacional.
No es desconocer obras de la democracia, repetir que cuando este sistema de gobierno pierde el rumbo moral y solo se preocupa por justificarse a través de sus rendimientos materiales nada hay más parecido en vicios y peligros a los tradicionales gobiernos del desaparecido caudillismo rural venezolano que un régimen democrático (gobierno y partido) que guarde silencio encubridor y absuelva en familia las faltas y pecados de quienes se amparan en su sombra poderosa. Y más peligroso porque cuando las faltas y delitos son obra de una tiranía, queda la esperanza de la futura rectificación por obra de la sanción que dentro de un régimen de derecho entregan las leyes a los gobernantes para mantener el imperio de la moral. Pero cuando estos hechos ocurren dentro de un gobierno democrático y se convierten de delitos en hazañas productivas de fama y de poder, entonces el escepticismo y la frustración debilitan no al gobierno sino a la democracia y al final la entregan inerme. En una palabra abren el camino de la recaída. No por querer ignorar los hechos, estos dejan de mostrarse con su elocuencia taladrante. La democracia nunca puede culpar a terceros de sus crisis y desprestigios, pues es el único sistema de gobierno que tiene el reconocimiento de sus propios pecados y en su público castigo, el camino de su fortalecimiento. Sus adversarios simplemente aprovechan sus debilidades secretas y sus deformaciones públicas, pero no son los autores ni de esas debilidades ni de esas deformaciones”.
No sé cómo mis lectores interpretan en positivo o en negativo lo que hoy es Venezuela y si por mala suerte tenemos que continuar, tratando de salir del “Cabito” y verdaderamente conseguir quien enrumbe a Venezuela por los postulados democráticos en el que su primer principio es la exclusión de la violencia en las relaciones sociales.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país
José Gerardo Mendoza Durán
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