El poder sigue su puesta en escena. El régimen de Nicolás Maduro le ha dado a la palabra “farsa” un ropaje constituyente, una acepción que revela el desmedido arrebato totalitario de imponer, a la fuerza, un modelo que suprima las libertades ciudadanas y democráticas, la disidencia, y les permita atornillarse al poder, desconociendo la voluntad y soberanía popular.
El burdo parapeto “Constituyente”, que en sumisa, rápida y furiosa aceleración, la Rectora Tibisay Lucena anuncia como elección, es un intento inconstitucional, ilegal y autocrático de imponer una mentira, que asciende varios escaños en la oscura jerarquías de las tiranías.
La “revolución”, arrinconada por el peso de su fracaso, y de un esquema de corrupción-saqueo-usufructo de los dineros públicos y de militarización del Estado y la sociedad, se enfrenta a un escenario social, económico y político en el cual pretender desconocer la Constitución y la voluntad popular, a través de procesos electorales ajustados a la Carta Magna y no a su caprichosa interpretación, hacen sencillamente inviable cualquier atisbo de gobernabilidad, y por ende, su propia permanencia en el poder.
El circo “constituyente” sigue su curso. A paso redoblado, en la vana creencia de que su materialización, impedirá la protesta y el rechazo de la gente en la calle. Para algunos funcionarios de la GNB o la PNB parece que no es suficiente reprimir, impedir el ejercicio del derecho a la protesta. Según la proliferación de videos e imágenes que la infociudadanía ofrece y coloca en las redes, ante el silencio y censura de los medios televisivos, ahora también roban, despojan de sus pertenencias a manifestantes, marchantes, y ciudadanos, cuyo único delito es el de exigir a viva voz, la salida de Nicolás Maduro del poder.
Los juicios militares a civiles detenidos arbitrariamente, la arremetida de fuerzas policiales y paramilitares contra zonas residenciales que han protestado contra la ruptura del hilo constitucional que adelanta Maduro y las armas que lo sostienen, sumado a las denuncias y documentación de torturas a quienes siguen engrosando las listas de presos políticos de la dictadura madurista, revelan un cuadro de tareas urgentes a realizar en el rescate democrático planteado, entre ellas, la reinstitucionalización del Estado, y especialmente, el rescato de lo civil ante el desborde de la hegemonía de lo militar.
La “revolución” asumió la obsesiva labor de cambiar nombres y crear estructuras que pretendían sustituir a aquellas que no pudo modificar ni reemplazar, por su arraigo y vínculo con la realidad económica y socio-cultural de los venezolanos. La abundancia, los precios justos, la alegría y el buen vivir, la seguridad, la salud, la educación, en la noción “socialista”, se resolvían con un decreto, y no con acciones y políticas públicas que atendieran a su concreción compleja con base en diagnósticos acertados de la realidad.
El problema no es la Constitución. El problema es su cumplimiento. Y el problema es un poder que al violarla, se convierte en Dictadura.
La parodia “constituyente” sigue su curso. Pero su desarrollo, no genera risas, sino un profundo malestar que crece día tras día. Mientras tanto Venezuela resiste, porque sabe que luego de esta pesadilla, vendrá un despertar de libertad.
@alexeiguerra