“Como será la cosa que no te odiamos/ fijate vos cómo será la cosa/ que no te hacemos ese amargo honor/ hombre de mala voluntad, pobre hombre…” MB
Después de las elecciones parlamentarias del 6D-15 afirmaba en uno de mis escritos que en el seno del oficialismo se resistían a ver la realidad, e igual decía: “Difícil es aceptar tal verdad cuando comienza a precipitarse la caída del régimen en un tiempo que no podemos visualizar ‘por ahora’, pero es el principio del fin”.
Evidentemente, no es fácil, cuando se interrumpen, vulneran y violentan los caminos constitucionales y democráticos establecidos para colmar los espacios de poder y ejercer plenamente las funciones de gobierno que requiere en esta hora menguada el país.
Ha hecho el régimen todo cuanto les ha permitido los abusos del poder para ir resistiendo el desgaste y el rechazo mayoritario del conglomerado venezolano, llegando al punto y tiempo que estamos transitando, lo cual pareciera el quiebre de este nefasto gobierno que carece de respuesta alguna para sortear tan desbalanceada, crítica y tétrica situación que vive la nación.
Este panorama insostenible se ha venido soportando estoicamente durante el 2015 – 16 y lo que va de este año, y se niega Maduro, a asomar un resquicio constitucional que permitiese bajar las tensiones y visualizar la institucionalidad democrática.
La posición de Maduro, no es fácil porque adolece del liderazgo propio que le diese la oportunidad de ofrecer una salida; en el ambiente se percibe que existe un poder colectivo en donde varios sectores que lo componen temen por la pérdida del poder y las consecuencias que les acarrearía.
Por eso en un ejercicio ingenuo e imaginario le diríamos a Maduro, que a pesar de los pesares y del mal que se ha hecho al país, que asuma el mínimo de peso específico y de credibilidad que aún tiene y la facultad que le otorga “la bicha”, para “llenarse de gloria” al permitir que Venezuela, tome el rumbo que merece como país libre y soberano, y así se deslastraría de los adláteres que le rodean.
Las paginas que habrán de escribirse de este período reflejaran un eminente fracaso, al no poder ni querer encauzar el desastre que dejó su antecesor, sino que se empecinó en continuar radicalizado con el “plan de la patria” para traernos a tan deplorable estado de calamidad política, económica y social. Maduro, quedará para el rigor de la historia como el hombre que heredó la presidencia en una elección dudosa, perdiendo de un tirón 700 mil votos, la ejerció dictatorial y despóticamente conduciendo al país al estado más desgraciado de su etapa republicana, y ante la presión de un pueblo que renegaba de su gestión, cedió a las exigencias democráticas que le hacían encontrando así Venezuela, la esperanza a su reconstrucción como país.
Al final del relato la gente escribirá un epitafio con las palabras de Benedetti: “Entonces pobre hombre de mala voluntad/ ni siquiera juntando todo el odio/ que quede disponible en el mercado/ ninguno de nosotros podrá odiarte/ como vos mismo te odiarás”.