El 10 de abril, Lara y el país entero pronunciaron por primera vez el nombre de Yoinier Javier Peña Hernández. Era la génesis de una serie de protestas antigubernamentales que hasta hoy se mantienen.
Él, un adulto de 28 años de edad, cuyo desarrollo estuvo afectado por una parálisis cerebral infantil, y un adolescente fueron los primeros heridos de bala relacionados con ese ambiente en la región larense. Ayer sábado, numerosas voces amanecieron hablando nuevamente de Peña. A las 03.15 de la madrugada falleció en el Hospital Central Universitario Antonio María Pineda (Hcuamp), por una septicemia o infección generalizada.
De pasear a diario alegremente en unidades del sistema de transporte estatal, Transbarca, Peña pasó a abultar la lista de fallecidos en medio de las protestas: el número nueve en Lara.
Estuvo 54 días internado en el hospital central. El daño inicial del proyectil que le perforó en el lado derecho de la parte baja de la espalda fue en la vértebra L3, razón por la cual había perdido la movilidad de las piernas, tal como lo explicó en su momento el médico Jesús Guarecuco. También, le afectó el colón.
Los primeros cinco días fueron particularmente traumáticos para Peña, recordó la mamá, Yanet Hernández. No dormía y con insistencia imitaba el sonido de un disparo “Pum, pum” y empuñaba la mano como si accionara un arma imaginaria, rememoró la mujer.
Había avanzado en la recuperación, pero estas últimas semanas se complicó. En menos de 10 días lo operaron tres veces. En total fueron cuatro intervenciones, especificó el doctor Guarecuco.
Parte del último tratamiento recetado incluía antibióticos. No hallarlos aceleró la muerte, declaró la señora Hernández, quien perdió al segundo de cuatro hijos: “Aquí, me ayudaron demasiado, las ONG, los médicos lo trataron muy bien. Fallece porque no hay medicinas, antibióticos”. Guarecuco precisó que le hicieron varios cultivos para determinar cuál era la bacteria y al hallarla le recetaron varios antibióticos como el Tygacil, difícil de adquirir en el país.
Peña desde niño tomaba fenobarbital, pero últimamente no lo conseguían con facilidad y por eso convulsionaba con frecuencia, abundó Guarecuco, presidente de la Sociedad de Médicos Internos y Residentes (Somir) del Hcuamp.
“Era muy amoroso”
El cansancio y la tristeza dominaban a la madre. “Estuve aquí día y noche con mi hijo”. Desde aquel 10 de abril pocas veces pisó de nuevo su casa, en el barrio El Carmen, al oeste de Barquisimeto. Cuando lo hacía, dijo, no demorada más de cuatro horas. “Aquí donde estoy, ando como dormida”, admitió con los hombros encorvados y las pestañas todavía húmedas por el llanto. “No creo que esté muerto”, soltó y un par de lágrimas le corrieron por la mejilla.
Se apuró en limpiarse la cara y como si con la mano hubiese sacudido un arrebato de tristeza volvió a serenarse para hablar de lo querido que era su hijo.
El Jujú, lo llamaban, en alusión a uno de los pocos sonidos que de la boca de Peña salían. Por el retraso sicomotor global que padecía, explicó la madre, gozaba de audición, pero era incapaz de hablar y caminaba con lentitud.
Pese a esta discapacidad era independiente, aclaró la señora Hernández, pues eso le habían recomendado en el Taller Laboral Nueva Segovia, donde aprendió a ser ayudante de jardinería y técnicas para trabajar con cerámica. Por eso, Peña acostumbraba a recorrer solo las calles.
Era un pasajero tan frecuente del Transbarca que ya los usuarios y choferes lo conocían. Solía sentarse en el primer puesto e intentaba ordenar a las personas dentro de la unidad. Saludaba con un apretón de manos a los hombres y a las mujeres las besaba en los nudillos. “Era muy amoroso”, describió la progenitora esbozando una tímida sonrisa. Si veía a alguien con bolsas en la calle se ofrecía a cargar el peso, mencionó para ejemplificar lo servicial que era Peña.
En cuenta de que la muerte del joven con discapacidad es la novena registrada en protestas en territorio larense, la señora Hernández desea el retorno de la tranquilad en el país: “Lo que digo es que haya paz, alimentos, medicinas, que cese ya tanta violencia de ambos lados. Nosotros los venezolanos lo que queremos es la vida que teníamos antes, acostumbrados a la paz, a la humildad, a compartir”.
Cómo pasó
La noche del 10 de abril, Peña estaba en la avenida Florencio Jiménez con avenida La Salle, donde desde la tarde se había desarrollado una manifestación opositora. Cuando oscureció ya la mayor parte de los manifestantes se había marchado, pero quienes se quedaron fueron sorprendidos por hombres que bajaron de una camioneta pick up roja y dispararon.
Una bala alcanzó a Peña y otra a un adolescente de 15 años. Ambos fueron trasladados al Seguro Social Pastor Oropeza, pero de allí los remitieron al Hcuamp porque el quirófano estaba inoperativo. El menor estuvo hospitalizado durante un mes y 15 días. El miércoles pasado, recibió la autorización médica para continuar el tratamiento en casa.
Dentro de la camioneta doble cabina, presuntamente, estaba el concejal Jesús Superlano. Sin embargo, él en declaraciones públicas, después de haberse ausentado durante aproximadamente un mes de las sesiones de la Cámara Municipal de Iribarren, lo negó.
Ahora, con la muerte de Peña, desde EL IMPULSO se contactó al concejal Joel Mendoza, quien anteriormente lo había señalado como presunto involucrado con colectivos actuantes el 10 de abril en el oeste. El edil Mendoza sostiene esa hipótesis, pues dice que existen testimonios de personas que lo vieron en el sitio, pero no se atreven a denunciarlo.
Aunque no existen pruebas directas, declaró Mendoza, el vehículo ocupado ese día por los hombres armados pertenece a la Alcaldía de Iribarren, pero fue cedido en condición de comodato, durante la gestión anterior, al Concejo Municipal. Desde el 10 de abril, la camioneta, añadió, está desaparecida. “Este caso no puede quedar impune”, indicó.
Ayer, el Ministerio Público comisionó a la fiscal 6° del estado Lara, Luz Marina Araujo, para la investigación del caso.