“Alguien debió denunciar a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana”. Así empieza la novela, “El Proceso”, novela de Franz Kafka publicada por Max Brod, en 1925. Esta novela cuenta la historia del arresto y procesamiento de una persona por motivos que él desconoce. Este hecho configura el horror de las burocracias modernas, donde la interpretación de la ley se convierte en instrumento de la negación de ésta.
El acusado intenta informarse acerca del estado de su proceso y se topa con reglamentos, leyes y jerarquías infinitas dentro de la estructura de la justicia, pero nunca logrará encontrar al juez que instruye su caso. Esta historia es muy similar a lo que sucede en algunos países donde montones de detenidos sin haber sido llevados a juicio y otros que tienen medidas de libertad dictadas por los tribunales de su causa, permanecen tras las rejas porque los cuerpos de seguridad no acatan las sentencias.
El protagonista se ve envuelto en una maraña de la que no podrá salir. Nadie sabe quién dirige los hilos que propician su detención. La situación en la que se encuentra, a pesar de ser absurda, refleja la forma como se comportan algunos regímenes autocráticos que apresan a todo el que se atreva a disentir de sus propósitos. En sus intentos de probar su inocencia, Joseph K. penetra en los entresijos de un sistema judicial corrompido cuyas decisiones solo favorecen a los dueños del poder.
Las sesiones del juzgado de instrucción se celebran en casa de un carpintero y los libros de la ley no son más que novelas indecentes. Los archivos judiciales están instalados en el granero de una casa miserable, en donde los empleados escriben sobre pupitres. Un tío de Joseph K. le presenta a su abogado, un viejo enfermo que recibe a sus clientes recluido en una cama, pero tampoco él consigue adelantar el asunto porque no tiene el visto bueno de los jerarcas del poder.
Le cuentan que la absolución es posible, siempre y cuando el detenido se marche a otro país o se quede haciendo negocios a favor de quien dio la orden de arresto. El precedente para liberarlo puede ser una sentencia absolutoria que se dictó hace muchos años pero es solo una leyenda, pues, en realidad, los fallos del tribunal no se publican nunca. Un pintor retratista de jueces le informa a K. que podría ser aparentemente absuelto, lo que equivale a decir que el día menos pensado podría volver a ser detenido.
Al cabo de casi un año, sin haber llegado nunca a conocer cuál era su acusación, extenuado e impotente tras una lucha imposible y absurda, Joseph K. es llevado a la afueras de la ciudad y ejecutado. Esta novela refleja la lucha del individuo contra un poder que lo anula, que lo aplasta y que alcanza su cenit con la máquina de destrucción moral y física manejada por toda dictadura.