Teníamos que verlo llorar para comprender en su justa magnitud la valentía con la cual asume su misión dentro del escenario de muerte que ha tomado la calle. Llora porque es un artista con alma y emociones de niño y aspira con su música, que suena más en nuestra imaginación que en su alrededor, enfrentar y ahuyentar el atavismo criminal con el cual los fusiles pretender imponer una noche larga a esta Patria donde la luz de la libertad es tan fuerte que al intentar apagarla explota en sangre.
En menos de dos meses de resistencia cívica en Venezuela se han registrado cerca de 60 muertos, uno por día y en su mayoría muchachos de 20 años o menos. Cada asesinato lo hemos sufrido como una herida profunda en nuestro gentilicio porque siempre habíamos estado orgullosos de nuestros militares y hoy han salido de sus cuarteles a disparar contra jóvenes cuya única defensa son escudos de hojalata y el coraje cívico que hace 500 años nos dio la Independencia, porque en esos soldados de franela y apenas saliendo de la pubertad es donde reposa el legado del Ejercito de Bolívar y no en quienes reprimen brutalmente a todo un pueblo, hambriento de comida y de justicia.
En nombre de la vida, de la vida que entregaron los mártires y la vida que vuela en cada grito de libertad voceado por millones de ciudadanos en marchas y concentraciones, en nombre de la vida como promesa y sueños por realizar toca Wuilly su violín.
Cuando le arrebataron su violín le arrebataron su sueño de vencer con música y poesía la violencia y como niño lloró, no mostró ni miedo, ni rabia, ni ánimo de venganza, simplemente lloró de dolor e impotencia y con este dolor de víctima inocente de alguna manera expresó el dolor, la impotencia y la pureza de intenciones que acompañaron los últimos minutos de vida de los jóvenes asesinados durante estos días de mengua institucional y alzada ciudadana.
Wuilly entre el humo de las lacrimógenas, el sonido de las balas, los perdigones, las piedras, las carreras de angustia para salvarse de fusiles en temporada de caza, las tanquetas y las ballenas arremetiendo con saña contra marchas pacificas como si fuesen un ejército de ocupación que debe someter la rebeldía de los lugareños, dentro de este cuadro goyesco Wuilly es un emblema de la pureza cívica que mueve las manifestaciones pacificas de la calle. Probablemente nadie escuche las cuerdas de su violín pero todos oímos y sentimos sus notas de amor y detrás del celaje de la inmortalidad los jóvenes caídos en batalla desigual le rodean con su espíritu alentando el sueño colectivo de libertad que él representa con su violín y su humildad de zapatos viejos y pies sin medias.
En el violín está su vida y en su coraje el sentimiento de lucha que anima a todos los muchachos que bien están llamando soldados de franela y no porque estén al frente de pelotones de ataque sino porque son la vanguardia de las marchas pacificas y se han convertido en el escudo humano con el cual la sociedad entera se mantiene en resistencia frente a una minoría de venezolanos a quienes el mundo civilizado ha cuestionado pero que hace valer su dominio sobre una mayoría superior al 90 por ciento con el uso de las armas.
Toca muchacho tu violin, toca con fuerza y entusiasmo que tu público es la