Las voces de Penélope – Protágoras y el violinista

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“El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, y de las que no son en cuanto que no son”, dijo Protágoras, filósofo que no sólo recibiera críticas de sus contemporáneos por su manera de pensar, sino la condena de muerte, razón por la cual, mar mediante, huyera de Atenas para encontrarla un poco más allá, libre aunque azarosa, cuando el barco zozobrara en las costas de Sicilia. Asunto que relaciono con un violinista que gime por su violín destrozado.

Protágoras nació en Abdera, sin que esté clara la fecha de nacimiento, situada del 500 al 480 a.c. Sigue vigente hoy por lo que pensó, razonó, enseñó y defendió, que en refranero popular sería“Su palabra es su medida”. Asunto que en estos tiempos de inconsistencias, traiciones y vaciamiento del sentido semántico de la lengua, nos ilumina para comprender que el lenguaje nos permite ocultar o develar la realidad, aunque hay
actos que habitan los espacios más rastreros. Como romper un violín.

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Pocas veces el “amor a primera vista”, ha sido tan certero, como en mi caso, conocer a Protágoras en las clases de Filosofía. Sus propuestas fueron no sólo originales sino asumidas con su vida por ser fiel a la palabra dicha. Se le considera un filósofo moderno, por haber influido a Hume y Nietzsche, así como en los estudios relativos a la semántica, el relativismo y las teorías del lenguaje. Modernísimo, como suelen ser quienes han contribuido a abrir los senderos por los cuales el ser humano se ha humanizado y en consecuencia, socializado más. La música, por ejemplo.

No fue un filósofo del común, quien a sabiendas de la fuerza que las religiones tienen en todas las sociedades, se atreviera a empezar uno de sus libros afirmando, que no podía conocer si existían o no los dioses, dada la oscuridad del problema y la brevedad de la vida. Asunto que años después le traería la condena de muerte por impiedad, pues Atenas, a pesar de ser espacio de intercambio intelectual y creación del pensamiento en su período de esplendor, también fue ejemplo de las dificultades e intolerancia religiosa. Suerte corrida en su momento, por Anaxágoras, Sócrates y Jenófanes. O los violinistas.

Los sofistas se interesaron por el estudio del hombre y la sociedad, dando un giro a la perspectiva cósmica, proponiendo la relatividad de la verdad. Protágoras postuló un ser humano dueño y señor de su palabra, medida de todas las cosas y corresponsable de su existencia social, con derecho a vivir en un mundo donde exista la diversidad de pensamiento y en consecuencia, con derecho a elección. Planteó la educación como vía para la vida civilizada, en una democracia muy lejana a la actual, dirigida por y para las élites. Consideró que todos los hombres podían y debían participar en la política para lo cual debían prepararse para contribuir en propiciar y mantener la convivencia. Hombre muy educado, cortés y paciente, fue ejemplo de la formación y actitud de un buen maestro.

Atenas no estaba preparada para ser abierta y pluralista, ni tolerar pensamientos diversos. 25 siglos después, Venezuela acusa los efectos de la imposición del pensamiento único en ambos lados del río. Es fundamental insistir en las ventajas de la diversidad en todos los aspectos antropológicos, culturales, sociales y políticos. Protágoras insistía en las características individuales, cualidades que afirmaba, pueden ser estimulados o suprimidos por la enseñanza. Y por los músicos, añado yo.

Sostuvo que la justicia es una elaboración del conocimiento, que todos pueden entender, aprender y practicar. Su legado humanista, el valor del conocimiento al ser alcanzado y usufructuado por todos los seres humanos, se quiebra en la imagen del joven violinista que gime al sostener su instrumento roto por la GNB, cuyo acto resume la inhumanidad e ignorancia del militar que cree poder reprimir lo irreprimible, atentando contra músico y la música, una de las expresiones más libres del arte. Indignada, pienso en la banalidad del mal mientras oigo al fondo de los siglos, el crepitar del fuego que quemó las obras del filósofo, que aún muerto, vive en todo el que sabe que “el hombre es la medida de todas las cosas”.

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