Está comprobado científicamente que la desesperación potencia las condiciones demenciales de quienes, además, padecen de culipánico crónico.
Han quedado en evidencia las dolencias o deficiencias mentales de los integrantes de la cúpula forajida de la mal llamada “revolución”. Es lo que está ocurriendo en estos cruciales momentos en la Venezuela de hoy, criminalmente arruinada intencionalmente por dos insolentes usurpadores del poder, entre 1999 y 2017.
Precisamente ahora, después de casi diecinueve años de “revolución” militar de corte nacifascista y con apariencia comunista, el actual usurpador pretende pasar otra vez por encima del pueblo, para convertir su poder en usurpación perpetua. Ya dijo y decretó cómo lo quiere hacer. Tal como empezó la gestión dictatorial de Hugo Chávez, con la convocatoria y realización de un referendo fraudulento, al margen de la Carta Magna de 1961, así amenaza el tirano actual. Ha violado lo que aún quedaba de la Constitución de 1999, para convocar por su cuenta, y a imagen y semejanza de sus bastardos y perversos intereses personales, una “Asamblea Constituyente”.
El dictador, en estos aciagos días para los venezolanos y en especial para su juventud, intenta sustituir al pueblo y arrebatarle los derechos que le asisten. Hace gala de su megalomanía demencial, para ver si su miedo diarreico se reduce mediante la acción de más zarpazos al orden constitucional. Pero se equivoca el usurpador: Venezuela toda está en la calle, y sólo la abandonará cuando se restablezca la constitucionalidad, de cuya ruptura ha sido señalado y acusado el Tribunal Supremo de Justicia, tarea completada por el usurpador dictador.
Según las palabras iniciales del ilegítimo mandatario, los venezolanos seríamos llamados a votar sectorial y territorialmente. Sólo me voy a ocupar del primer mojón. Perdonen que use ese sinónimo tan sucio para el término “sectorial”. Lo hago porque a quien se le ocurrió tal disparate, aunque pudiera ser un “jurista supraconstitucionalista”, lo único que demuestra es que tiene el cráneo lleno de mojones, y es hasta probable que los tenga mezclados con aserrín del peor.
Si el CNE, dada su descarada sumisión a la cúpula usurpadora, le da paso a esa criminal aspiración “revolucionaria”, tendré que planificar la respectiva votación para ser realizada durante una semana, por lo menos. Porque conozco gente que pediría el derecho a votar por cada uno de los sectores a los cuales pertenece. Si calculamos un promedio de cuatro sectores per cápita, los veinte millones de electores habría que multiplicarlos por las cuatro veces que correspondería votar a cada elector.
El promedio al cual me refiero lo fundamento en el siguiente caso real: conozco a una persona que debería ser empadronada en diez sectores. Los señalo a continuación: campesino, carpintero, escritor, jubilado, locutor, maestro, pescador, poeta y está sindicalizado; pero además pertenece a un grupo etario: es octogenario.