Durante meses, a medida que la economía venezolana se ha deteriorado, las Naciones Unidas y los gobiernos de Estados Unidos y varios países latinoamericanos han instado al presidente Nicolás Maduro a que acepte ayuda humanitaria para apaciguar la escasez que ha alentado un creciente movimiento de protestas antigubernamentales.
Sin embargo, el líder socialista se ha negado al considerar a las ofertas de ayuda del exterior como un caballo de Troya que podría allanar el camino a una intervención militar extranjera. Las prohibiciones alcanzan incluso al grupo que se encarga de las tareas caritativas dentro de la iglesia católica.
“El canal humanitario supone la existencia de una crisis humanitaria”, dijo recientemente la canciller Delcy Rodríguez. “Esa es una versión construida por el Pentágono, por la que Estados Unidos podría intervenir de existir un problema humanitario”, aseguró.
Pero poco a poco, con un gran esfuerzo y diplomacia, algunos grupos han logrado sobrepasar el bloqueo impuesto por las autoridades. Entre ellos está Acción Solidaria, que comenzó hace dos décadas como una pequeña clínica y red de ayuda para pacientes de sida, pero se ha convertido en una organización de asistencia fundamental para los venezolanos que sufren cualquier tipo de enfermedad.
Cada mes, las oficinas del grupo en el centro de Caracas suministran medicinas a unas 700 personas que llegan con una receta médica y buscan algún remedio que la organización haya recibido de donantes distribuidos en diferentes rincones de todo el mundo. Su acopio, publicado todos los días por internet a sus casi 20.000 seguidores en Twitter, no es un secreto en Venezuela e incluye desde paquetes de medicinas cerrados recién salidos de la línea de ensamble, hasta frascos o cajas abiertas con etiquetas donde el nombre de los pacientes está oculto.
Feliciano Reyna, fundador de esa organización sin fines de lucro, explicó que la situación del país no sólo produce en las personas un deterioro paulatino de la salud y de su bienestar físico, sino también una angustia y un daño mental.
Desde hace tiempo Venezuela ha preferido suministrar ayuda a otros países en lugar de ser vista como un país con necesidades. Estuvo entre las naciones que más ayuda enviaron a Haití tras el terremoto de 2010 y en marzo, el mismo día que Maduro pidió a la ONU que le ayudara a mejorar la distribución de medicamentos en su propio país, despachó dos aviones de carga repletos de suministros de emergencia para las víctimas de las inundaciones de Perú.
En Estados Unidos, un proyecto de ley bipartidista podría otorgar diez millones de dólares en asistencia humanitaria para Venezuela, aunque las perspectivas de aprobación son por ahora inciertas y dependerán de que ambas cámaras del Congreso lo avalen. La apertura de un “corredor humanitario” es una de las principales demandas de los opositores de Maduro.
La Federación Médica de Venezuela estima que los hospitales carecen de alrededor del 98% de los suministros médicos que necesitan, mientras que los representantes de la industria farmacéutica dijeron en 2016 que había un desabastecimiento del 80% de las medicinas que se venden bajo receta, después de que la mayoría de los laboratorios extranjeros que fabrican remedios cortaron sus lazos comerciales debido a una deuda impaga de más de 4.000 millones de dólares.
Las donaciones llegan desde todo el mundo, pero especialmente desde el sur de la Florida, donde vive la mayoría de los venezolanos radicados en Estados Unidos.
Los proyectos de recolección de ayuda son impulsados por una amplia gama de grupos, desde aquellos organizados a través WhatsApp en los que la gente ofrece leche maternizada y pañales, hasta campañas más politizadas como “Rescate Venezuela”, impulsada por Lilian Tintori, esposa del activista opositor encarcelado Leopoldo López.
El grupo más grande, Programa de Ayuda Humanitaria para Venezuela, ha despachado más de 204.000 kilos (450.000 libras) de artículos donados en los últimos tres años.
En las últimas semanas, a medida que se han incrementado las violentas protestas callejeras en Venezuela, inmigrantes de aquel país en otros territorios, principalmente en Estados Unidos, se han movilizado para recoger en campañas especiales de primeros auxilios algunos productos que son más difíciles de encontrar y de enviar. Las donaciones incluyen gasas, algodón, alcohol, cremas desinfectantes, máscaras antigás, guantes de tela, anteojos de natación y equipos de radios portátiles de comunicación para que los manifestantes estén a salvo de los ataques de gases lacrimógenos y balas de goma de las fuerzas de seguridad.
“La gente que está fuera del país (de Venezuela) se siente impotente y quiere ayudar”, dijo José Colina en la jornada de recolección “Estamos lejos pero no ausentes” realizada en un restaurante venezolano de Miami un sábado reciente, donde él y decenas de exiliados clasificaban cajas repletas de donaciones de artículos de primeros auxilios.
“Si estuviéramos allí seguro que estaríamos marchando”, expresó Carolina Belfort, con lágrimas en los ojos, mientras sostenía junto a su esposo y su hijo de nueve años una maleta llena de donaciones.
Pero ingresar esas donaciones en Venezuela requiere de ciertas artimañas.
Muchos de los cargamentos son transportados por servicios de cargas venezolanos que sobornan a los funcionarios aduaneros para que miren para otro lado. Para llamar lo mínimo posible de atención, la mayor parte de los envíos aéreos son pequeños y los formularios de envío no incluyen la información sobre la mercadería, que tiene un alto valor de reventa en el mercado negro venezolano. Otros artículos más delicados, como las máscaras antigás para los manifestantes, ingresan por tierra a través de la frontera con Colombia.
Sin embargo, hay muchos artículos que no consiguen llegar. Una importante organización de ayuda humanitaria estadounidense, que pidió mantener su nombre en el anonimato para no poner en peligro su labor en Venezuela, dijo que ha optado por mandar los artículos a través de la vía diplomática de un país caribeño aliado con Maduro, después que la mitad de sus envíos fueron confiscados en 2016.
Líderes del mismo grupo dijeron que la negativa de Venezuela de permitir la ayuda extranjera no se ve ni en países de Medio Oriente y África, que están en zonas de conflicto y cuyos gobiernos se oponen a Estados Unidos, al igual que el de Maduro.
Funcionarios de otras organizaciones de ayuda humanitaria aseguran que las donaciones que mandan son apenas una gota de agua del balde comparadas con las necesidades verdaderas de Venezuela.
“Queremos estar listos para enviar docenas de contenedores por si los puertos venezolanos se abren a los suministros de ayuda”, expresó Sean Lawrence, director ejecutivo de la organización del sur de California Giving Children Hope, que ya ha mandado a través de uno de los grupos de Miami cuatro contenedores repletos de muletas, sillas de rueda, medicinas y alimentos para niños desnutridos. “Sabemos que tenemos una responsabilidad para responder”, aseguró.