Si la humanidad pudiera discernir el hecho que Dios no es el autor de la muerte. Si pudiera entender, que si bien es cierto la permite, es por una razón salvífica para el hombre mismo. Si supiera, que el ángel rebelde, el adversario, Satanás es el responsable de ello, viviríamos con más paz en el tiempo que nos queda este mundo. Y entenderíamos con claridad meridiana, el propósito cuando permite que estas cosas sucedan.
Uno de los paradigmas de la vida que hemos adoptado por la fuerza de la tradición, es preguntarnos por qué Dios permite muertes prematuras o dolorosas, de larga agonía, aún en personas buenas o siervos de su Evangelio. ¿Por qué? ¿Por qué? Es la pregunta que nos hacemos con angustia. Creo, esta pregunta, lleva implícito un claro reclamo a Dios por lo sucedido. Adoptamos la misma actitud de Eva y Adán en el Edén después de su caída, haciendo responsable a Dios por su dolor.
En realidad, la pregunta que deberíamos hacernos es ¿Para qué?. Qué espera Dios de nosotros cuando permite que pasemos por estas tristes situaciones que por el dolor y la tristeza que nos agobia, nos parece una eternidad. Si pudiéramos detenernos aun en medio del dolor y meditar en el ¿para qué?, encontraríamos entonces, que la razón es que Dios aspira nos acerquemos más a él. Le busquemos en oración de corazón, y en medio del llanto, del sufrimiento, arreglemos nuestras vidas si andamos alejados, para que podamos ver la luz de la Salvación cuando venga por segunda vez a esta tierra. Por cuanto ese, es el propósito final de Dios para nosotros. La salvación.
Hace varios años mi esposa y yo perdimos un hijo trágicamente. No ha sido fácil vivir con esa perdida, pero aunque Uds. no lo crean, nos ha servido para acercarnos más a nuestro Dios y anhelar con más ahínco su pronto regreso a esta tierra de sufrimientos y dolor. Ha repotenciado nuestro deseo y nuestro esfuerzo en hablarles a los otros, hijos, nueras, nietos y demás familiares de la verdadera esperanza que nos da la paz que sobre pasa todo entendimiento humano, con un testimonio de vida y estamos viendo hermoso resultados.
Conocimos muy de cerca a este insigne cirujano. Pudiéramos decir, que hasta hace poco movió sus manos y su intelecto en el pabellón de cirugía salvando vidas y sanando heridas a propios y extraños. De allí, el impacto doloroso que su muerte, yo diría prematura, produce en cada uno de nosotros, en especial a sus familiares, a quienes hacemos llegar nuestras más sentidas palabras de condolencias. Sin embargo, son momentos propicios para reflexionar acerca del poco tiempo que nos queda en este lóbrego planeta. Nuestro amigo y hermano Daniel ya ha sido sellado para Salvación y si queremos verle de nuevo en el “día postrero”, tenemos que arreglar nuestras vidas con Dios, por cuanto “sin santidad nadie verá a Dios”.
Termino con un texto bíblico y un comentario en el cual medito siempre. “Mejor es la buena fama que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento”Ecl.7:1. “El nacimiento es el comienzo de unos breves «setenta años» » de vida (Sal. 90: 9, 10), pero la muerte bien puede ser el preludio de una eternidad en la tierra nueva (Luc. 20: 36; 1 Cor. 15: 51- 55): de descanso (Apoc. 14: 13), de gozo supremo (Apoc. 7: 16) y de gloria eterna, en contraste con las actuales aflicciones (2 Cor. 4: 17)” Comentario Bíblico Adventista. ¿Cómo les parece? ¡Hasta el martes Dios mediante!