Puede un dictador con 41 muertos, multitudinarias protestas diarias en el país y manifestaciones en varias ciudades del mundo en su contra, gobiernos extranjeros adversándolo, economía en ruinas, empresarios, sindicatos, iglesia, estudiantes, colegios profesionales, academias, artistas, organismos internacionales pidiéndole elecciones democráticas, presos políticos, exiliados, diáspora, mantenerse en el poder.
Hay violencia diaria en las calles, heridos, mujeres a las puertas de los cuarteles, algunos militares desertando, colectivos asesinando, funcionarios solicitados por la Interpol por narcotraficantes, una moneda desvalorizada y una inflación espantosa, universidades paralizadas, farmacias sin medicamentos, hospitales contaminados, alcaldías y gobernaciones de oposición sin recursos, embajadores venezolanos en el exterior insultados, expulsión del país de organismos multilaterales, incumplimiento de tratados y contratos.
La pregunta entonces es qué falta para su sustitución. Santo Tomás Aquino dice que el pueblo está en el derecho de sacudirse un gobierno ilegal e ilegitimo. Sin duda alguna lo que falta es que los militares se coloquen del lado de la mayoría y provoquen el fin del régimen. Venezuela no quiere un golpe militar, lo que quiere es que la oficialidad joven le dé la espalda a una camarilla y se sumen al claro protagonismo de los civiles en las calles.
La respuesta a la contundencia de la dictadura al proponer una constituyente ilegal para evitar las elecciones democráticas, no puede ser simplemente oponerse a la trapisonda presentada.La Asamblea Nacional debe destituir al dictador y nombrar un gobierno de salvación nacional, pues Venezuela está en su peor momento en la historia.
La situación planteada no da solamente para denunciar el hecho de que el hasta ahora mandatario se haya arrogado facultades inconstitucionales. Hay que prever que estemos ante una jugada maestra, de distraernos con este adefesio, mientras el dictador y la camarilla que lo respalda preparan en medio de la parranda su huida por la puerta de atrás. Maduro sabe que sus días están contados.
Menudo trabajo el que les espera a los historiadores para describir en volúmenes lo que han sido los gobiernos de Chávez y Maduro en lo que significa la destrucción institucional de Venezuela y el duro proceso de los venezolanos para acabar con la dictadura chavista.
A la noche oscura más larga le espera un amanecer luminoso. En estos días hemos llorado por los asesinados en las calles por el militarismo, pero hay que economizar lágrimas para verterlas de alegría el día que nos anuncien el fin del Nicolato. Entonces secaremos nuestras lágrimas y diremos “nunca más dictadura”.