La desbocada represión de estos días luce demencial. Tiene un inmenso costo humano, económico y, para el gobierno, político, interno e internacional. Siento que expresa una alienación. Tanto en su sentido de trastorno intelectual temporal o permanente, como en el de enajenación, desconexión con la realidad.
Hace falta no saber o no entender lo qué pasa para creer que se lo puede solucionar impidiendo que la gente se exprese o aplastando violentamente su reclamo. Cuando la verdad es que así todo empeora. Empeoran los problemas que alimentan el descontento: escasez, desabastecimiento, inflación, inseguridad, y se estimula una reacción de más protesta e incluso ira, al sentirse los descontentos agredidos, ignorado su derecho, humillado de palabra y obra.
Relaciono esta represión sañuda, por rencorosa y cruel, con la alienación, porque no es un hecho aislado. Se presenta junto a otras manifestaciones de las mismas personas que apuntan en la misma dirección insensata. Y no me refiero, como podría, a conversar con el ganado vacuno los temas del Estado. Hablo de mantener obstinadamente una política económica fracasada con sufrimiento de la mayoría y perjuicio de todos. Negar que escasean la comida y los medicamentos, los insumos y las materias primas. Inventar una “guerra económica” y perderla. Empeñarse en desconocer las disposiciones constitucionales en materia de distribución del poder público. Meterse en la calle ciega del aislamiento internacional. Desconocer e incumplir los tratados suscritos por Venezuela, aún los suscritos por ellos mismos.
A la misma colección de insensateces pertenece la “Constituyente”. La más reciente ocurrencia pero, mucho me temo, no la última.
De los libros de Bernard Crick, un profesor inglés de Ciencia Política, todos muy buenos, de lejos el que más me gusta es En Defensa de la Política. Entre sus líneas sabias, puede leerse, “El método de regir del tirano y el oligarca es bastante simple: golpear, coaccionar, o intimidar a todos o a la mayoría”. Lo he tenido muy presente al escuchar el anuncio de la “Constituyente”, que ni siquiera es una propuesta, pues nace con el signo de la imposición y confisca el derecho popular a decidir, consagrado en la Constitución y aconsejado por el sentido común. No es democrática, ni siquiera socialista. Es, aparte de inconstitucional, nítidamente fascista. Tanto en su presentación, envuelta en amenazas e intimidaciones, como en su contenido antidemocrático y corporativista, en el mejor estilo mussoliniano.
Venezuela como sociedad y los venezolanos como pueblo, trabajadores y empresarios, profesores y estudiantes, profesionales y obreros, jóvenes y viejos, civiles y militares, de la ciudad y el campo, cualquiera sea su actividad, región o condición social, estamos pagando demasiado caro el que en vez de gobierno, tengamos encima a este pequeño grupo peleado a muerte con la realidad y cuya única motivación es seguir aferrado al poder, sea como sea.